Capítulo 02

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Jungkook, Jin y Jimin eran mis amigos de toda la vida, cada uno tiene una personalidad completamente diferente, pero a todos los identifica una cosa

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Jungkook, Jin y Jimin eran mis amigos de toda la vida, cada uno tiene una personalidad completamente diferente, pero a todos los identifica una cosa. 

¿Cuál? Que de todos los chicos que conozco, son los únicos que no ven a una chica como si fuera carne del mercado; sino por lo que hay dentro de ella. Desde niños siempre se han llevado bien, tan bien que parecen hermanos, hasta ellos mismos se tratan como tal.

El "hermano" del medio, mi mejor amigo en todo el mundo, Jungkook; es muy alegre y completamente vivaz. A sus veinticinco años, aún está pugnando por madurar. Siempre muy seguro de sí mismo y de sus decisiones. Siempre le encantaron todo lo que tiene que ver con números y cifras y ese tipo de cosas; al igual que a mí, así que ahora trabajamos juntos en una compañía que hace programas de computadora, realmente es un cerebro en eso.

Jinsito o como a él le gusta que lo llamen Jin, tiene veintiocho, y es el mejor consejero que pueda existir en la faz de la tierra. Es como si con la poca experiencia que tiene, conociera exactamente cómo te sientes, o qué es lo que debes hacer. Tanto así, que trabaja en un colegio, y es psicólogo, siempre busca analizar a las personas a fondo y encontrar sus fortalezas para acrecentar y así disminuir sus debilidades.

Y Jimin, qué decir del pequeño Jimin. Con solo veintidós años, es el más maduro de todos, y me incluyo. Es el único que ha podido mantener una relación estable con Seulgi por más de dos años y aunque hora no están pasando por un buen momento, sé que pronto los vamos a tener como antes. Derramando miel hasta por gusto. Los conozco desde la secundaria, y la verdad son los mejores amigos que una chica pueda tener.

Ordené mi habitación y luego me metí a la ducha. Allí adentro me miré al espejo, ¿Qué tenía de malo la forma en la que me vestía y caminaba y hablaba? Mi madre siempre me regañaba por eso. Decía que no era lo que se podría llamar una señorita. ¿Pero qué es ser una señorita? ¿Es acaso tener tacones altos y faldas cortas? 

Uff. En cuanto tocaran ese timbre sería un día difícil, lo sabía. 

Jungkook también me había hecho ver eso, cuando fuimos al baile de graduación debajo del gran vestido uva llevaba puestas las converse negras que tanto me gustaban.

Me vestí, llevaba puesto un pantalón acampanado, de pretina alta y un poco desgastados con un pequeño hoyo en la rodilla. Zapatillas negras que combinaban con el polerón talle ancho negro. Me miré al espejo, nunca llevaba maquillaje, y hoy por más que viniera mamá, no iba a ser la excepción, por último me hice un moño desarreglado en el cabello. Por más que quería mantener mi cabello atado en una cola, por lo largo que era, me resultaba simple y completamente imposible. No hay estilista que pueda hacer algo con él. En mi cabeza coloque una gorra de beisbol que Jimin me trajo desde New York.

Abrí de par en par las ventanas de mi dormitorio, este tenía una hermosa vista al mar azul de la playa que tenía en frente. Vivir frente al mar era todo lo que había pedido en mi vida. Me encanta el sonido relajante que tiene las Olas al romper fuertemente en la dura roca. Sokcho era el mejor lugar para vivir en Corea, tengo la hermosa vista del mar de el Este o también llamado como el océano pacifico, conocida por tener casas hechas de manera que les da una impresión rustica. Y ver las estrellas de una forma que todo el mundo envidiaría si es que conociera este lugar. Es tan gratificante. Tan hermoso.

—Ya voy...—dije al escuchar que insistentemente tocaban la puerta. Seguro que era mi madre, que Dios me proteja.

Baje las escaleras del tercer piso donde vivía y no pude evitar prender un cigarro en lo que abría la puerta. En el umbral de entrada del jardín, había una señora, de unos cincuenta años exquisitamente vestida. Llevaba una falda rosa, con una blusa media sicodélica en tonos mucho más subidos que su falda. Su rubia cabellera corta cepillada hasta las puntas. Su rostro blanco, con algunas arrugas de la edad y perfectamente maquillado. Di un suspiro... Si, esa figura completamente femenina era mi madre.

Me apresuré a abrirle la puerta.

—Hola ma...—saludé echando fuera de mi sistema del humo del cigarro.

—Lalisa Manoban, cuantas veces tengo que decirte que no está bien que una señorita fume.—dijo quitándome en cigarro de la boca y lanzándolo al suelo, para después apagarlo con la planta de sus zapatos de tacón—Dios, hija tienes veinticuatro años, no está bien que te dañes los pulmones de esa manera.

—Ya comenzamos mamá... ¿salúdame mínimo, no?

—Oh... lo siento... hija mía ¿Cómo estás?—calló unos momentos, pero algo me decía que no iba a ser por mucho tiempo—Lalisa, me parece de muy mal gusto, lo que te has puesto hoy. ¿Dónde están los lindos zapatos verdes de tacón con la blusa verde pegada al cuerpo que te regale hace dos meses? ¿Por qué te la has puesto verdad?

Pensé un momento, tratando de recordar donde la había dejado desde el día en que me llegó en una cajita con un gran moño rojo. Ah, cierto estaba en el ático, junto con todas las demás cajas que me llegaban cada dos meses desde que estoy aquí, es decir hace cinco años. Mamá es la mujer más maniática de la ropa que he conocido. Y sus gustos, a una chica normal le parecerían divinos pero yo sinceramente los aborrezco, algunos son lindos. Sólo algunos.

—Claro má... está en el cajón, y me la he puesto unas veces.—mentí por mi bien físico y sobre todo psicológico.

—Me alegro, pero lo que no me gusta es que cada vez que te vengo a visitar estas o con vaqueros o con esos pantalones desgastados, que me encantaría verlos en la basura o avivando el fuego de mi chimenea.

"Sí, claro." Pensé. 

Como si alguna vez le iba a permitir hacer eso. ¿En qué mundo vive?

—Pero vamos niña, tenemos todo lo que resta de día, para hacer cosas de mujeres. Déjame verte las uñas...—me cogió la mano y la quite.—Vamos, Lalisa.

—Está bien, mamá.—le pasé la mano derecha, tenía las uñas un poco largas, pero estaban todas descuidadas, no me importaban mucho; así que nunca me las cuidé.

—Dios, mío... ¿Qué es esto? Lalisa, Deberías ir más seguido a los spa y salones de belleza, no es bueno que tengas tanto trabajo...

—Es que no tengo tiempo mamá. El trabajo y la pandilla, no me queda mucho...

—¿La pandilla? ¿Así se llama el grupo de tus amigas?

—Específicamente amigas... pues no...—reí interiormente, como si los cinco chicos que formaban la pandilla, pudieran ser chicas. Sin embargo, a mamá no le iba a gustar que le dijera que yo era la única chica, entre cinco varones, así que me salí por la tangente.

—¿Entonces?—demandó saber, siempre tan curiosa.

—Mamá estamos perdiendo el tiempo, y realmente quiero pasar este día en el spa.—me odié a mí misma.

—Tienes razón. ¡Vamos!



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Nos estamos leyendo, gente bella 👀❤

- Beastly.


𝐋𝐚 𝐀𝐩𝐮𝐞𝐬𝐭𝐚║𝐥𝐢𝐳𝐤𝐨𝐨𝐤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora