Al probarme aquel vestido una oleada de resentimientos cayó sobre mí. Me sentía algo culpable al comprarme ropa cuando se suponía que era una fugitiva. Y podréis decir, 'a ti te hace falta ropa y al dueño de la tienda, tu dinero. Todos ganáis'.
Pero no es cierto. Llegado el momento del eclipse, ¿quién dice que no destrozaré todo el mundo conocido? ¿Habría servido, entonces, el dinero que yo le habría pagado?La parte razonable de mi ser, decía que era una tontería pensar en ello. Que fuese como fuese, yo le habría pagado por un vestido o por cualquier otro ropaje, no por su vida.
Pero claro, todos sabemos que también está la parte sentimental, la que te hace volver a una relación amorosa, de la que pensabas que te habías librado. Ese es el problema, que los humanos no tenemos término medio; escuchamos al cerebro o al corazón, pero casi siempre al corazón. Por esa razón, me vi obligada a salir de la tienda sin nueva ropa que vestir.–Te ves... ¿Cómo siempre?- Lían se acercó a mí con una mueca de preocupación cruzando su rostro- ¿No has comprado nada?
Negué con la cabeza, demasiado confusa y desanimada como para hablar.
–Me sentiría mal si lo hiciera.
Apretó los labios en una fina línea, volviéndolos blancos como la nieve. Estuvo un rato así, sin pronunciar palabra y evitando mi mirada. Di unos pasos hacia él y me sorprendí al ver que me sacaba una cabeza.
–Lían...Él miraba hacia ambos lados de la calle. Por alguna razón, no quería mirarme a los ojos y eso me desconcertaba.
De repente, me agarró firmemente del brazo y me apegó a él. Quise replicar, pero su mano tapó mi boca con menos brusquedad de la que esperaría de él.Me empujó hacia la pared de la tienda, quedando mi espalda presionada contra la piedra. Retiró la mano de mis labios, pero yo ya estaba demasiado preocupada como para decir nada. Volvió a arrastrarme calle adentro. Esquivamos a las personas con tal rapidez que sus rostros quedaron borrosos e indescifrables.
Finalmente acabamos en una casa en ruinas.
–¿Qué ha sido eso?- pregunté con voz débil.–La sangre patrulla por la ciudad.
Tardé unos segundos en comprender a qué se refería. Como aquella vez, no hacía tanto, cuando papá nos dijo a Cadie y a mí que la sangre se acercaba.
–Los Hombres de Rojo- murmuré- ¿Has visto las libreas rojas?
Lían se apresuró a asentir.
–Nos están buscando.–Oh, no me digas- puse los ojos en blanco- Creían que venían por el cumpleaños del Regente.
–Por eso también- dijo él.
Rodé los ojos. Wellgrifton era la capital del Reino, y también la única ciudad con un castillo. En él vivía el Regente, del cual se desconocía su identidad y al que toda la ciudad admiraba, a pesar de que no hacía nada. Ni gobernaba ni proclamaba leyes ni nada, ya que de eso se encargaba el Consejo.
Todo aquel que había nacido en Wellgrifton adoraba al Regente y a su familia. Se decía que era por tradición, por la memoria del Reino próspero que fuimos, y el Consejo no se atrevía a atentar contra eso.
Wellgrifton era una ciudad rica y poderosa. Su riqueza se debía sobretodo al turismo, pues mucha gente iba sólo por visitarla, y a la cantidad de minas que tenía en sus alrededores. Exportaba grandes cantidades de metales y joyas a otra ciudades, tales como Akra Lenn, donde viví a los diez años.
Wellgrifton también tenía un río que desembocaba en el mismo mar que bañaba la zona sur de la ciudad, por lo que también daba mucho trabajo como pescador. En general, no se me ocurría otro lugar donde buscar la Llama.14 de Octubre del ciclo 9, cumpleaños del Regente y estábamos en esa fecha. Bueno, el ciclo varía cada diez días, y al llegar a cien, volvemos a empezar de cero, pero eso no es lo importante ahora.
–Mal día para estar en Wellgrifton, ¿no crees?- se burló Lían, aunque creo que lo hizo para liberar la tensión.
–A ver- apreté débilmente las sienes- Si es el cumpleaños del Regente, tal vez... ¡No, es imposible!- resoplé. Otro posible plan que fracasaba- Nunca se ha dejado ver, ¿por qué hacerlo ahora?
–Ay muchachita- me giré sobresaltada. No sabía quién había dicho eso, y teniendo en cuenta que estábamos en una casa en ruinas, no me dio muy buena espina- Aquí, niña.
Pude ver que el miedo también estaba presente en los ojos de Lían, pero aún así, todo su cuerpo aparentaba calma. De súbito, el chico señaló un lugar. Una esquina de la casa, donde la pared estaba manchada de un líquido oscuro y viscoso que reconocí como sangre. Estuve a nada de salir huyendo de aquel callejón, pero entonces divisé algo en la penumbra: una anciana de cabellos oscuros como las fauces de un lobo, vestida de negro y con restos de sangre en el rostro.
–¡Por Iris y su benevolencia!- llevé una mano a mi pecho. El corazón no me iba tan rápido como creía al principio- Menudo susto...
–Acompáñame, niña. Debo contarte muchas cosas.
La mujer no se movió del sitio después de decir aquello. Su rostro surcado de arrugas permanecía impasible y temía que eso fuera mala señal.
–Vamos, no te quedes ahí parada.Di unos pasos en dirección a ella, pero no más. Quería demostrarle que no le temía, pero que tampoco sería tan fácil.
–He de decir que sólo puedes venir tú- aquello me lo dijo a mí, pero la anciana mujer miraba más allá. Al darme la vuelta vi a Lían, que había avanzado conmigo- El chico debe quedarse.
La mandíbula de él se tensó como nunca antes había visto. No dijo nada y agradecí que fuera así. Sólo me lanzó una mirada con sus ojos azules, dándome permiso para marcharme, a pesar de que no iba a hacerlo, no sin él.
–Necesito que venga conmigo- le dije.
–Lo que tengo que contarte es demasiado peligroso para oídos normales, ¿seguro que quieres que venga?- me mantuvo la mirada todo el tiempo que pudo, pues no tardó mucho en desviarla para observar a Lían.
La mujer tenía verdaderas razones para no querer que Lían escuchase lo que me tenía que contar. Existían muchos casos de personas No-Mágicas que se volvieron locas a causa de historias o hechos que habían oído o visto, todos a causa de un mago o maga. Como el de Bayani el Tuerto, un carpintero que al ver morir a un ciervo en manos de una hechicera, y que después esta arrojase sus ojos a la hoguera para salvar a la población de una enfermedad, creyó que él también la había contraído y se arrancó un ojo con un tenedor. O el de Georgia Tales, que se ahogó al escuchar una terrorífica historia sobre grifos, o el de Richard el Cojo, o... Bueno, el punto aquí es que entendía a la anciana, pero también entendía que un Lían de doce años había visto los cadáveres de su familia y seguía cuerdo.
–Seguro.
Maeva nos llevó por sinuosos caminos, que en mi opinión, cada vez eran más oscuros. Nos dijo su nombre cuando paramos un momento porque a Lían se le habían caído las monedas y tuvimos que recogerlas. Pero fue lo único que dijo en todo el trayecto.
Maeva se detuvo bruscamente, haciendo que yo casi chocara con su espalda.–Es aquí.
Estábamos frente a una inmensa puerta de madera de roble blanco. Las bisagras de hierro estaban muy desgastadas y me sorprendió que siguieran en pie.
–Sé que estás buscando la Llama, pues ella te dará las respuestas que buscas y para eso debes asistir al cumpleaños del Regente.
–¿Asistir al cumpleaños del Regente? ¿Cómo?- pregunté.
–Hay mucho que debo contarte, querida, pero no hay tiempo, al menos no hoy- contestó- Irás conmigo al banquete y te harás pasar por la Duquesa de Akra Lenn.
Asentí con rapidez, sin saber muy bien cómo lo haríamos.
–Y tú- señaló a Lían-, serás su prometido.
No hubo tiempo de reaccionar; Maeva nos empujó dentro y cerró la puerta con... ¿Magia?
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En los ojos del bosque
FantasyElla es una hechicera, pero no una hechicera cualquiera, una hechicera perseguida por el Consejo de Magos. Ivy Valduciel corre un gran peligro, que ni ella misma sabe. Para bien o para mal, lo descubrirá, y el bosque, su fiel aliado será. Él es mago...