Le fulminé con la mirada, esperando así que desembuchara.
—¿Quién es mi Protector?
Él se mordió los labios para evitar decirme nada.
—No puedo decirlo. Escucha, si lo hiciera, correrías más peligro del que corres ya.
—¡Me da igual!- me giré para no mirarle a los ojos, unos ojos tan profundos como el mar- ¿Y si... y si el Protector... y si es Athan?- murmuré, dando por sentado que Lían lo conocía.
Me sobresalté cuando los brazos del chico me rodearon por la espalda. Él era bastante más alto que yo, por lo que descansó su cabeza sobre la mía.
—Oye, sé que lo entiendes, así que no insistas.
Con cuidado, avancé unos pasos y me puse cara a cara con él. Decidí aceptar, pues no tenía otra opción.
—Bien- suspiré. Debía encontrar la Llama lo antes posible- Recoge, nos vamos.
Lían sonrió e hizo el gesto militar.
—Entendido, mi señora.
Probé a reírme, de verdad que lo probé, pero no había forma de que volviera a reír.
Estaba oscuro y hacía frío. El rocío empapaba nuestra ropa, lo cual hacía más incómodo el camino; la brisa se colaba entre la camiseta y la piel, empeorándolo aún más.
—¿Tienes idea de dónde vamos?- me preguntó Lían en el peor momento. La frustración que sentía por dentro, junto con el vacío de mi corazón no presagiaban nada bueno- Porque llevamos horas caminando y no veo que...
—¡Cállate! ¿¡No ves que no puedo más!?- solté todo lo que llevaba encima y me eché las manos a la cabeza- ¡Por favor, sólo confía en mí!
Lían paró su caminar y se acercó con paso firme. Estaba tan confusa y perdida que por un momento pensé que seguía flotando en aquel mar de aguas oscuras.
—¡No puedo confiar en ti si no me explicas nada!- exclamó- Ivy, deja de torturarte. No sólo sufres tú, aquí estoy yo.
—No eres mago, no lo entenderías.
Él rió. Una risa tan amarga, tan fría, tan solitaria... Fue ahí cuando supe que le había herido. Metí el dedo en la llaga, esa llaga que aún no cicatrizaba y que por mí culpa tardaría más en hacerlo.
—Eres tan simplista- chasqueó la lengua- Ni siquiera sé qué hago aquí, contigo- la última palabra no la dijo con voz firme, fue como un pequeño temblor en la fortaleza de Lían.
—Porque yo soy tu escape, igual que tú el mío- le contesté- Ese es nuestro problema. Para sobrevivir debemos continuar juntos y eso es lo que le molesta a nuestro orgullo, dependemos el uno del otro.
El joven chico pareció recapacitar. Con pasos lentos se acercó a mí y recogió las cosas del suelo. En silencio, me las devolvió y continuamos andando. Más horas pasaron, todas en silencio.
La noche, esta vez sí, se hizo presente. Encontramos un claro, no muy grande, pero con el suficiente musgo en el suelo como para poder descansar a gusto. A la luz de una pequeña hoguera, busqué en el trozo de pergamino (que Athan consideraba un mapa) el camino más rápido para llegar a Wellgrifton, dónde se suponía que estaba la Llama, pero algo me decía que era demasiado fácil.
A la cálida luz de la hoguera, todo parecía más sencillo, como si de un sueño se tratase. No sé en qué momento me dormí, pero si sé que mi último pensamiento fue para la familia que había dejado atrás.
Una mano me zarandeaba bruscamente y eso fue lo que me despertó. Cuando abrí los ojos, vi a Lían agazapado a mi lado, con la camisa rasgada y observando a nuestro alrededor.
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En los ojos del bosque
FantasiElla es una hechicera, pero no una hechicera cualquiera, una hechicera perseguida por el Consejo de Magos. Ivy Valduciel corre un gran peligro, que ni ella misma sabe. Para bien o para mal, lo descubrirá, y el bosque, su fiel aliado será. Él es mago...