Mirarla sin decirle lo que sentía, era un suplicio. Una agonía, observar como estaba tan angustiada y yo sin poder ayudarla, todo por una estúpida profecía que sólo yo conocía. Todas las noches soñaba con marcharme y no volverla a ver, pero así tampoco estaría a salvo. Mi corazón se encogía cada vez que ella me miraba con tanta ternura y yo no podía devolvérsela, ahora ya no podía mirarla igual, no debía hacerlo.
—Matt, ven aquí- me llamó mi padre. Yo me acerqué, preocupado.
—No puedo continuar con esto- murmuré- De verdad que no aguanto más.
Miré a mi padre. Sabía que estaría cabreado conmigo por ser tan débil, pero es que no soportaba herirla de esa manera.
—Ivy es tu mejor amiga, ¿no?- asentí levemente- Te importa, ¿verdad? Pues protégela, ¿o acaso has olvidado la profecía?
Negué con la cabeza. ¿Cómo iba a olvidar esa escalofriante predicción?
Cuando Luna y Sol uno sean
Y Agua una alma pura vea,
De las tinieblas, Fuego ascenderá
Y el alma de Agua arrebatar
Y así la magia de nuevo resurgirá.Dicho así, no parecía muy terrorífico, pero la clave estaba en leer entre líneas. Por suerte o por desgracia, la profecía aún no se había cumplido del todo, digamos que faltaba que resurgiese la magia, que era la parte que más me asustaba. A mí y a todos aquellos que conocían de la profecía (Los Hombres de Rojo, Diana y Steeven y mis padres), nos preocupaba que Ivy no soportase el gran poder de la Llama y que esta consumiera su cuerpo y alma. Porque Ivy era el alma encontrada por Agua, que el elemento Fuego eligió como recipiente y que se unirá a él en el próximo eclipse solar.
Esta profecía fue recitada por el oráculo de Iris, el más importante de los cuatro. En el Consejo de Magos se rumoreaba que los tres restantes (Froilán, Medeth y Eowin), no estuvieron de acuerdo con el futuro que observó su compañera y que tuvieron una grave discusión que acabó con serias repercusiones en los hechiceros creyentes y no tan creyentes. Las Guardianas del templo, angustiadas debido al peligro que correría Ivy, oraron a Eowin para que hiciese algo. El oráculo de Eowin proclamó un protector o protectora que evitaría que Ivy muriese o peor, que perdiese su alma. Nada más Eowin decidirse por alguien, se lo susurró al oído una noche. La elegida se negó, alegando que no estaba preparada. Aún recuerdo aquel día...
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—Vamos Ivy, llegaremos tarde- nos apresuraba Athan. Habíamos salido a dar un paseo por las calles del pueblo en el que vivíamos cuando teníamos diez años.
Pero ella no se movió. Observaba maravillada como una ardilla subía por el tronco de un olmo. Me acerqué a Ivy y le estiré del brazo con suavidad.
—Venga, tenemos que volver a tu casa.
—Oh, ¿pero has visto qué monada?- respondió con los ojos entrecerrados y mirando al lugar por el que se había marchado el animalillo.
—Sí, sí, pero date prisa. No quiero quedarme sin tarta.
A ella se le iluminó el rostro con eso último. El mejor momento del día era ese, cuando volvíamos de jugar en la calle y sabíamos que nos esperaba un buen trozo de tarta en casa.
Corrimos hasta la puerta de la casa de los Valduciel. Allí ya estaba Athan, que nos miraba con el ceño fruncido.
—¿Qué pasa?- preguntó Ivy pasando al recibidor. Cuando ella se alejó lo suficiente, me miró a mí.
—La Protectora de Ivy se ha negado, no tenemos a nadie que la vigile cuando llegue el momento y para colmo, El Consejo de Magos ha decretado que ella es un peligro y debe ser encarcelada hasta nuevo aviso.
Aquello fue como un jarro de agua fría. Sigo recordando cómo mi mente se quedó en blanco debido al pánico que sentía. Para un niño de diez años, aquello era demasiado y cuando noté que las lágrimas caían por mis mejillas, ya era demasiado tarde. Athan pasó un brazo por mis hombros en gesto protector y me acompañó dentro.
Me froté los ojos con la intención de que Ivy no notase que estaba llorando. Ninguno de nosotros le habíamos dicho lo que le deparaba una siniestra profecía, ella no sabía nada de eso y tal vez hicimos mal en no decírselo.
Actualmente, ella seguía sin saber porque la perseguían.
_____________________________________Miré a mi padre. Él se estaba conteniendo, lo sabía. Sabía que a él le preocupaba lo que le podría pasar a Ivy, era como su sobrina.
Me giré a verla. Llevaba su chaqueta de cuero morada y el flequillo marrón le caía sobre los ojos. Ivy estaba ahí, esperándome, como yo sabía que haría.—Recuerda esto hijo- murmuró mi padre-: Si de verdad te conoce y te quiere, sabrá perdonarte cuando todo esto acabe.
Sus palabras me hicieron pensar que él confiaba en que lo conseguiría, pero yo no estaba tan seguro. Estaba aterrado, pero si lo demostraba, Ivy podría sospechar algo. ¿Y de verdad importaba si lo sabía? Al fin y al cabo, ¿cómo iba a enfrontarse a la muerte si lo desconocía por completo?
Papá sabía que estaba abrumado, pues, ¿cómo empezar a ignorar a tu mejor amiga cuando llevas catorce años a su lado?
Eran demasiadas preguntas y para todas había una sola respuesta. Una respuesta tan clara como horrible: Haz que te odie. Esa era la única respuesta posible.
Si te odia, no le importas y si no le importas, sus sentimientos hacia ti no se interpondrán en tu cometido.
Eso era lo que me decía mamá, pero era doloroso. Yo no quería que me odiara.Mi padre apretó mi hombro y me dejó marchar. Fui directo a Ivy, con el corazón en un puño. Sabía lo que tenía que hacer, claro que lo sabía. Jamás me lo perdonaría. Cuando estuve lo suficientemente cerca, pude ver un destello de ilusión en sus ojos turquesas, ¿por qué tenía que ser yo quien se lo quitaba? Intenté no mirarla a la cara y cuando pasé por su lado le di un leve empujón con el hombro. En su rostro no se distinguía emoción alguna, era un lienzo en blanco aún por pintar, una piedra sin sentimientos; aunque por dentro era un precioso volcán en erupción y su ira no sería comparable al dolor que sentía yo. Pero al menos ella podía desahogarse, y estaba encantado de ser yo su víctima.
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En los ojos del bosque
FantasyElla es una hechicera, pero no una hechicera cualquiera, una hechicera perseguida por el Consejo de Magos. Ivy Valduciel corre un gran peligro, que ni ella misma sabe. Para bien o para mal, lo descubrirá, y el bosque, su fiel aliado será. Él es mago...