AMOR, NO LO OLVIDES

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El sol se hacía paso entra las copas de los árboles, iluminando el claro.

Después del abrazo de Matt supe lo que tenía que hacer. Obligué a papá y a Leof a que se calmasen. Seguidamente, los reuní alrededor del fuego y les conté mi plan. Pensaba llevarlos hasta Salitya, y una vez allí, debatiríamos hasta quedarnos afónicos, si así lo querían.

Repasé una última vez las palabras del viento:
Busca el corazón de la llama
...te dará las respuestas...
El amor vence al odio...
Pero también duele...

Cadie cogió mi mano con dulzura. Sus finos y cortos dedos acariciaban los míos con una ternura interrumpida. Yo, sumida en mis pensamientos, había dejado de preocuparme por los demás, me había vuelto egocéntrica así de repente y no me gustaba. El miedo me superó y no supe verlo, mientras que mi familia soportaba su dolor y también el mío. Había llegado el momento de afrontar los problemas con decisión.

—No te preocupes, Cadie, no va a pasarte nada malo. No lo voy a permitir- intenté sonar segura para ella, quería que supiese que su hermana sabía afrontar la situación, aunque no fuese del todo cierto.

—¿Iremos a Salitya?- sus ojos azules centelleaban de la emoción. ¿Cómo podía estar tan calmada? Aún me quedaba mucho por aprender de mi hermana.

—Claro, llegaremos lo más pronto posible.

Ella me sonrió. Intenté quedarme con esa imagen en mi mente, por si después de ese viaje, no la volvía a ver. Mi cerebro me decía que dejase de pensar en esas cosas, pero no podía evitarlo.

—Cadie- se giró en mi dirección- Si tienes algún problema puedes contármelo, ¿lo sabes, verdad?

Ella abrió la boca para contestar, pero no lo hizo. La había cogido.
Empezó a tocarse la punta de la nariz, cosa que hacía siempre que escondía algo, pero yo no le dije nada. Entendía cómo se sentía, no quise incomodarla.

—Por supuesto que lo sabes, pero prefieres hacer cómo que no te acuerdas- argumenté, pero Cadie seguía sin responder- ahora que ya te acuerdas, puedes ponerlo en práctica.

Me incliné para darle énfasis a mis palabras y que mi hermana desembuchase, sin éxito alguno.
Me negué a desistir, por lo que continué hablándole y acabé por pasar a las indirectas, las cuales tampoco funcionaban. Resoplé, harta de no recibir respuestas.

—Vale, vale, como quieras- me levanté del tronco donde estaba sentada, dispuesta a marcharme- Sé que  merezco que me trates mal, porque no te he prestado toda la atención que debería, pero debes saber que no lo he hecho a propósito. No soy la hermana ni amiga que mereces, al igual que Athan y Matt; no soy la hija que papá y mamá desean tener ni soy la poderosa hechicera que persiguen los Hombres de Rojo.

Tomé aire. Sabía que me estaban escuchando todos, a pesar de que yo miraba al suelo. La culpa pesaba demasiado y se aferraba con fuerza a mi corazón.

Los Hombres de Rojo solo me querían a mí, pero mi familia era la que lo sufría. Y, después, estaba Matt con sus padres. ¿Por qué estaban con nosotros, los Valduciel? ¿Por qué no nos daban la espalda y se marchaban a vivir una vida como la de cualquier familia maga? ¿Qué les anclaba a esta pobre vida? Huír no servía de nada, entonces, ¿por qué lo hacíamos?

Tenía una opresión en el pecho. Las lágrimas luchaban por salir fuera, pero no podía permitirlo, no quería llorar más. Eso me debilitaba físicamente y espiritualmente, pues mi magica animo era fuego.

—Mírame. Te queremos, esa es la respuesta a todas tus preguntas, no lo olvides.

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Nota eliminada

En los ojos del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora