MUERTE, LA MÁS TRISTE VERDAD

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Fuego no parecía dispuesto a no dar respuestas. Yo ni siquiera me había planteado la pregunta, y ante mis ojos tenía la respuesta. A mi memoria volvió eso de "por las preguntas sin respuesta, por eso" y quise echarme a llorar. Le echaba de menos, añoraba a Matt con todas mis fuerzas, pero eso no haría que él volviera. El vacío que perforaba mi estómago permanecería durante mucho tiempo más, y aunque ahora parecía estar en segundo plano, no tardaría en acabar conmigo.

¿Vés aquel hombre de ahí? ¿El que está apoyado en la campana de bronce?- susurró Fuego en mi nuca- Se llama Edrick Malek Bowen, el hermano de tu madre y por lógica, tu tío.

Sí, le veía. Era asombrosamente alto y esbelto, con unos pómulos marcados y una mandíbula que no se quedaba atrás. Sus ojos verdes observaban con amor a la joven rubia sentada en la piedra fría.

–¿Ella es la joven Lovertou?

Fuego emitió algo parecido a un gruñido, pero que supe que era un "sí".
Anthea Lovertou, hija de Madge Lovertou- un escalofrío recorrió mi espina dorsal tan cual lo haría una serpiente por las rocas- Falleció esta misma noche.

–¿¡Qué!? ¿Y qué tengo que ver yo con su muerte?

Nada- el Elemento hizo una pausa, asimilando lo que acababa de decir- ¿Quién te ha dicho eso?

–Mi madre y Madge me dieron a entender eso- respondí.

No, no, Profetizada- dijo lentamente- Anthea fue asesinada durante esta noche.

Las revelaciones empezaban a ser demasiadas y con una rapidez que a mí no me daba tiempo a asimilar. Ansiaba salir de allí, ansiaba volver a mi cuerpo y abalanzarme a los brazos de mis padres y mis hermanos. Ansiaba sentir la voz de Lían susurrando palabras dulces y ansiaba llorar a mi mejor amigo como merecía. 

—¿Qué pasó?- le pregunté con voz temblorosa.

En ese insante aparecieron mamá de joven y el otro chico al que no pude reconocer. Cuando el apuesto Edrick se giró y vio a su hermana subiendo las últimas escaleras, su rostro se contrajo en una mueca de odio y en media zancada se plantó frente a ella.

—¡Dijiste que no vendrías!- le espetó con asco. Nunca creí que se llevarían tan mal; tal vez por eso mamá nunca me habló de él. 

—Déjala en paz- el joven que acompañaba a mi madre empujó a Edrick con el mismo odio que empleaba él.

Miré a Diana, que sigilosa como una serpiente, se acercó al borde de la Torre y se sentó junto a Anthea.

—¡Tú no te metas, Valduciel!- el llamado me hizo girar la cabeza en la dirección opuesta y vi a los dos jóvenes enfrentándose. Por un momento pensé que me gritaba a mí... y entonces lo entendí.

Fuego emitió algo similar a una risa.

—Ese chico es mi padre- Fuego no contestó y supe que había acertado- ¿Por qué el tal Lobo Negro citó a mis dos padres? ¿No le bastaba con Diana y Anthea? 

Lobo Negro era un hombre muy poderoso y sabía que si Diana y Steeven presenciaban el asesinato de la rubia, eso les uniría lo suficiente como para, bueno ya sabes, para enamorarse.

Mis ojos volaron de nuevo al campanario. La medianoche ya debería de haber pasado y por alguna razón, eso me hacía sentir más segura. Y entonces, los dos chicos dejaron de discutir. Sus voces ya no se escuchaban y todas las miradas rodearon a la chica pelirroja. Silenciosa como el viento y mortífera como el veneno, una bruma dorada empezaba a rodear a mi madre, realizando un tenebroso baile en su cintura, cadera y piernas.

Anthea lanzó un chillido al aire y su enamorado no tardó en socorrerla entre sus brazos. En la inquietud de la noche, Steeven buscó a Diana con la mirada, pero ella ya no estaba en este mundo. No controlaba sus actos ni sus palabras, pero sí sus ojos y con ellos sus lágrimas. Las gotas saladas surcaban sus mejillas pálidas mientras sus pies andaban por sí solos. El miedo comenzó a carcomerme por dentro de nuevo. 

—¡Diana!- el grito de mi padre resonó por todo el pueblo, pero nadie acudió en su ayuda- ¡Para!

Los dedos cortos de Diana rodearon los brazos de la chica rubia. Apretaba con fuerza, incluso con furia, una furia que la verdadera Diana no sentía. Apartó a Edrick de una patada, y todavía llorando, fue capaz de recuperar sus palabras solo para decir.

—No soy yo.

Y la inocencia que podría haber tenido Diana en su interior desapareció con el aterrador y gutural grito, que salido de entre sus labios, soltó Anthea antes de que su cuerpo chocara contra el suelo. Tan silenciosamente como había aparecido, la bruma dorada salió por la boca mi madre y se deshizo como un suspiro. Cerró los ojos y cayó sobre el suelo del campanario. 

Siento que hayas tenido que ver esto, Ivy- murmuró Fuego. Era la primera vez que me llamaba por mi nombre- Era necesario.

He visto como la Muerte se llevaba a mi mejor y único amigo a rastras, dando su vida por mí. Supongo que acabaré por acostumbrarme. 

Steeven y Edrick miraron a Diana, uno con terror en la mirada, otro con alivio. Steeven se acercó al cuerpo inerte de mi madre y la sacudió con vehemencia. Susurraba su nombre repetidas veces, como si eso fuera la clave para volver el tiempo atrás y detenerla antes de cometer el asesinato. El hermano de mi madre bajó la escalinata corriendo y Fuego y yo le perdimos la pista.

Lobo Negro le tendió una trampa a Diana para asesinar a un alma inocente y así acabar con la única persona que podía llevar ese collar. Lobo Negro quería desatar el caos y solo había una manera. Esa manera era tu madre, ahora libre de su prisión- me explicó Fuego soltando un suspiro- Creo que ya está todo.

—¡Espera!- una lágrima corría por mi rostro- Lobo Negro también te engañó a ti.

Fuego no quería admitirlo y por eso no dijo nada. Solté un pequeño sollozo y me limpié las lágrimas con fiereza.

—¿Y por qué Madge, o Maeva, me ayudó con todo eso del Regente? ¿Por qué seguía del bando de mi madre? Ella era la madre de Anthea.

En la oscuridad de la noche, distinguí unos ojos amarillentos. Pero fue tan efímero que lo ignoré.

Porque tu madre y Steeven le contaron la verdad, y Madge les creyó. No se dejó llevar por el dolor y aceptó que una jovencita no podría asesinar a sangre fría a otra. Además teniendo en cuenta que no se odiaban.

Asentí levemente. 

—Llévame con ellos. Devuélveme con mi familia... por favor- contuve la respiración hasta que mis pulmones gritaron- O envíame con Matt, pero hazlo ya de una vez.

Como desee, Profetizada. Y aún no te he dado las gracias. Gracias. 

¿Gracias, por qué?- inquirí una vez mis sollozos se calmaron.

Por liberarme.

En los ojos del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora