PÁJAROS, SALVAVIDAS Y MUCHO FUEGO

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Hacía ya dos días desde que Lían me sacó de la jaula. Dos días largos y fríos en los que ninguno de los dos había dicho nada. Y cuando digo "nada" me refiero a absolutamente nada. Cuando quería descansar bastaba con que le mirara y él me comprendía. Si teníamos hambre, cazábamos y comíamos sin mediar palabra.
Ninguno de los dos tenía fuerzas para romper ese gélido hielo.

El sol había caído y las estrellas reinaban en el firmamento, pero su brillo era tan débil que parecía que se habían cansado de su trabajo. Eso no me ayudaba, para nada, sólo me preocupaba aún más. Papá solía decirme cuando era pequeña que nuestras esperanzas estaban unidas a las estrellas, que cuánta más esperanza tuviéramos de que algo saliese bien, más resplandecerían ellas. Al volver a mirarlas supe que todos carecíamos de aquello último en perderse. Yo había perdido la esperanza de volver con mis padres; posiblemente ellos no tendrían si no fuera por Cadie, porque Matt... ya no sabía que pensar sobre él; y Los Hombres De Rojo no tendrían mucha tampoco, habiendo perdido a su prisionera más valiosa.

Abracé mis rodillas en busca de calor, pero fue en vano. Detrás de mí escuché como Lían gruñía, probablemente no conseguía encender una fogata.

–Anda Ivy, ayúdame- me llamó, pero yo quería continuar más tiempo sin hablar- ¡Venga! Eres ignis, ¿no?

Percibí cómo se levantaba y se acercaba a mí, en busca de algo que no obtendría.

–Aún no te he contado toda la historia- dijo sentándose en la húmeda tierra conmigo. Alcé la vista, interesada- Mira, después de encontrarme con mi familia sin vida, estuve un tiempo llorándoles, hasta que llegó el Consejo.

Fruncí el ceño, sorprendida por sus palabras. Él rió ante mi gesto.

–Sí, sí, lo que oyes. Jamás me había imaginado al Consejo de Magos en mi propia casa- yo rodé los ojos- No, te lo digo muy en serio. Tú sabes mejor que nadie que siempre mandan a Los Hombres De Rojo.

>>Al principio me asusté, pero Jeremías Andressen- miembro del Consejo- me pidió disculpas por lo ocurrido y me relató una historia, la tuya. Me contó que había una profecía, que decía así:

Cuando Luna y Sol uno sean
Y Agua un alma pura vea,
De las tinieblas, Fuego ascenderá
Y el alma de Agua arrebatar
Y así la magia de nuevo resurgirá.

Resulta, querida Ivy, que tú eres el alma que el elemento Agua encontró. Y que para que la magia vuelva a reinar en este mundo, Fuego debe escoger a un mortal y convertirlo en su recipiente. Este mortal tendrá más magia en su interior de la que en siglos no ha tenido nadie. TÚ Y SÓLO TU, serás la encargada de devolver a este mundo lo que le pertenece, lo que el Consejo de Magos lleva siglos arrebatando.<<

¿Sabéis esa sensación de que el cielo se os cae encima? Esa sensación de alivio y confusión que os llena cuando por fin os dicen algo que hacía mucho tiempo que ansiabais por conocer. Vale, pues eso es lo que estaba sintiendo yo en aquel momento. Quise gritar, llorar, huír de todo aquello; pero de sobras sabía que eso no servía de nada, ni entonces ni ahora ni nunca.

–En el próximo eclipse, dentro de un mes, si no me equivoco- balbuceó Lían- Los Consejeros te tienen miedo porque tu poder aumentará inmensurablemente y temen perder todo el suyo.

Lían pareció notar que no estaba bien y, para mi sorpresa, pasó un brazo por mis hombros. Me tensé, desconcertada por su repentina confianza. Pero, ¿sabéis qué? Lo necesitaba.

–Tranquila, tienes un Protector. Alguien que procurará que no te ocurra nada durante el eclipse, que el Fuego no se lleve tu alma.

Arqueé las cejas, demostrándole que no entendía, y él lo comprendió, como siempre desde hacía dos días.

En los ojos del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora