Capítulo 17- Teigball

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C O R E Y D H U

Las últimas noches he tenido pesadillas con mi madre, he vuelto a repetir en mi cabeza cada una de mis memorias en las que ella me castiga y regaña; bueno, todos los recuerdos con ella son de esa forma.

Esta noche recordé una de las tantas recaudaciones de fondos de mi madre. En una de sus donaciones de caridad encontré a los señores cambiando las etiquetas de expiración ya vencidas por unas más actuales, cuando le pregunte a mi madre que por qué no desechaban esos alimentos, ella dijo que eso era porque los nutrientes se triplicaban y ayudaban a los niños a crecer grandes y fuertes, yo le creí porque ella era mi madre y decidí ayudarla.

Durante la tarde fui con Agapito el sapito, era un chico como de 18 años que trabajaba en el supermercado de la esquina de mi fraccionamiento. Le llamaba de esa manera como una forma de demostrar cariño y confianza. Además de rimar con su nombre, decidí llamarle sapito porque siempre me mostraba su larga lengua, parecía estar muy orgulloso de ella, ya que no importaba lo que yo le digiera, siempre me mostraba su lengua y mencionaba mi apodo de cariño "Corey el que me tiene hasta los cojones"; nos amábamos. Él amaba mi compañía, de lunes a viernes dejaba un dólar en su tarrito de propinas por cada diez minutos de platica y los sábados y domingos dejaba dos, él decía que la tarifa aumentaba por que eran días de fiesta nocturna. Ese sábado llegué al supermercado pidiéndole todas las cosas expiradas que tuviera en el cuarto ultra secreto, allí era dónde yo me sentaba a platicar con el temporizador a mi lado y cada que pasaran diez minutos salía para dejar el dólar en su tarro, después me devolvía y me sentaba para seguir hablando, aunque algunas veces no podía estar allí porque Agapito decía que los repartidores tenían que usar el "almacén", nombre que le pusieron la bola de resentidos celosos que no formaban parte de nuestro club de mejores amigos. Agapito al principio no aceptaba ya que decía que tenía que devolverlo todo y otras cosas más de salubridad, al final llegamos a un trato de mejores amigos, yo solo tenía que rellenar todo su tarro de propinas y él me dejaría tomar todo lo que quisiera.

Le conté a mi mejor amigo mi plan, pero Agapito el sapito me aseguraba que la cocinera no prepararía nada con las cosas que yo le iba a llevar, fue en ese momento cuando él me ofreció la ayuda de su amiga que era una repostera mundialmente conocida que se dedicaba a la repostería verde, eso sonaba excelente porque además serían postres orgánicos como los que le encantaban a mi madre. El costo de la repostera fue muy elevado ya que no se le puede pagar cualquier cosa a alguien que tiene un título mundial, pero valió la pena. Llegué temprano a casa justo a tiempo para entregarle todo a la organizadora y que hiciera su magia. Lo primero que tomaba cada persona eran uno de mis postres, parecían amarlos, tomaban uno tras otro.

Mis pastelillos fueron un éxito, al día siguiente mi madre me mostró el papel de una gran demanda que le llegó gracias a mis postres, fue un gran logró para mí porque eso significaba que mis pastelillos tuvieron una gran demanda entre las personas. En conclusión la rara de mi madre me castigo durante todo el año y se encargó de que la pasara fatal en casa, aunque si lo pienso bien no fue el peor de mis castigos, el peor fue cuando Agapito me llevó a una de sus fiestas nocturnas después que pasó un añosde mi obra de caridad; a partir de allí no volví a ver a Agapito.

Estoy seguro de que si mi madre viera la forma en que Allen esta atado a la cama, se enfurecería. Anoche estaba demasiado alterado y no es que exagere, él tiene un problema ya diagnosticado y se suele agitar mucho, él chico está un poquito trastornado. En ninguna ocasión había estado tan eufórico, anteriormente le amarrábamos las manos y pies, pero ahora tuvimos que amarrarlo a la cama de una forma erótica, o por lo menos así lo veo yo, es como la escena de una película para adultos titulada "Changos Cogedores, la rencarnación (más bananas que nunca". Allen estaba abierto de piernas y con sus manos mas allá de la altura de sus fornidos hombros, la idea había sido de RingRing y promovida por mí, después fue aceptada por Allen con la condición de que nadie debía verlo y todo el tiempo nosotros debíamos permanecer en la habitación hasta que el retomara la conciencia, aunque al parecer a RingRing le valió tres kilos de masa de tamales los términos y desapareció de la habitación.

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⏰ Última actualización: Jul 21, 2019 ⏰

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