C a p i t u l o 4

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La semana desde que Alexander había llegado al departamento de Magnus había pasado densamente entre sus dedos. Las horas eran cada vez más pesadas, los minutos más tediosos, y comenzaba a cansarse a cada segundo. Cuando Magnus no estaba cerca se sentía helado y debía conformarse con la compañía de Malcolm y Catarina, quienes siempre estaban ahí para él, turnandose para cuidarlo y no dejarle solo. Ocasionalmente compartía un tiempo en el sofá con Ragnor y Raphael, no hablaban de lo sucedido, pero era bueno para refrescar su cabeza un poco.

Los horarios de su novio eran demasiado extensos ahora que se encontraba a meses de terminar su carrera, graduarse en tiempo record y conseguir la pasantia en la prestigiosa linea de moda que tanto amaba. Alexander estaba orgulloso, y trataba con todas sus fuerzas de no ser una carga para él y sonreír cuando estuviera cerca para que creyera que mejoraba. Podía ser injusto mentirle pero lo hacía para protegerlo porque Magnus merecía enfocarse en su sueño.

Isabelle había vuelto a casa de sus padres luego de la primera noche, llorando y aferrándose al cuello de su camiseta por dejarlo solo. Alec le había explicado que no lo estaba, que la amaba, y que se verían pronto. No dejarian de ser hermanos a causa de sus padres. Jace la había acompañado a casa para asegurarse que todo estuviera bien, y le había avisado luego de un par de horas que ellos la habían recibido con el rostro serio pero sin decir nada. Alec no estaba más relajado pero podía soportarlo, Izzy le diría si algo andaba mal.

Si pudiera contar las moléculas de oxígeno que se escapaban de sus pulmones, eso sería mejor que pensar durante horas en lo que había hecho. No, no era su culpa, y desearía dejar de sentirse así, de verse al espejo del baño luego de la ducha que Magnus le ayudaba a tomar, con caricias suaves limpiando su piel porque sus músculos estaban solo demasiado cansados para moverse por sí mismos; quería verse y no sentir que era su responsabilidad. Él solo era gay, no había nada de malo con ello. Callarse hubiera significado perder a Magnus, su compañía, su amor, y quedarse con dos personas que jamás lo amaron, solo lo que creían haber creado de él. Se había elegido a sí mismo y a quien amaba, fue la mejor decisión.

Entonces, ¿por qué se sentía tan mal?

Ragnor carraspeó a su lado y dejó el control remoto sobre la mesa. Se sentó contra el sofá y posó un dedo sobre su boca mirando a Alexander. Sus ojos verdes estaban entornados y miraron desde las ojeras negras de Alec hasta sus pantalones de pijama y las sabanas medio tiradas en el sofá. No era que no dormiese con Magnus en su cama, pero no le gustaba la soledad de su habitación cuando él se iba, y habían acordado dejarle el living como un centro común donde todos pudieran cuidarlo. Alec estaba agradecido con todos ellos, aunque a veces se agobiara de tanta compañia sabía que ellos solo querían tener un ojo cauto en él.

-¿Por qué me miras así?- Alec se removió en el sofá y observó la pantalla en negro de la televisión.

-Ese sofá comenzará a apestar a ti- Alec lo miró con el ceño fruncido-. No sales de casa, ¿no tienes universidad?

-¿Qué sentido tiene seguir con ello? Ya no tengo una razón para seguir en esa carrera.- Ragnor apretó los labios.- Además, de seguro él no va a pagar por mi educación de nuevo.- Alec vio como Ragnor no se perdió el que evitara pronunciar mi padre.

-Sabes... tengo algunos contactos, no son muchos. Patrick es... un amigo casi cercano, le hecho un par de favores alguna vez y no creo que le moleste devolverme uno ahora.

-¿Un favor?

-Tiene un bar ¿Qué tal eres con los cócteles?- Alec lo miró confundido.- Estoy hablando de un trabajo, Alexander. Uno de medio tiempo, por las noches, tal vez solo fines de semana.

-No lo sé...

-Puedes usar ese dinero para esto.- Ragnor buscó en su bolsillo del pantalón y sacó lo que parecía un folleto mal doblado. Alec lo tomó y lo estudió con ojos sorprendidos.

1 9 9 6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora