C a p i t u l o 6

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Alexander podía fingir con todo el mundo, menos consigo mismo. Tal vez podía pretender durante largos periodos de tiempo frente a los amigos de Magnus y elloa creían sus risas y la relaja postura que ahora tenía cuando se sentaba en el sofá después de un día de trabajo. Su novio le creía cuando lo miraba a los ojos verdes y sonreía con ternura porque aquel color le daba calma y serenaba sus turbulentos pensamientos. Solo que eso era momentáneo, y se acercaba más a una mentira que a su realidad.

Aunque le gustaba pretender porque le dejaba escasos minutos  de su día en los cuales podía respirar, al final del día, cuando todo era oscuro y la ciudad mermaba al otro lado de la ventana del departamento, su pecho volvía a doler y su mente sangraba en recuerdos.

Era una cascada espesa de pesar y le envolvía la visión, hacia que el corazón dentro de su pecho se volviera carbón y amenazara la cordura de Alec haciéndole creer que iba a desaparecer si dejaba de sentir miedo. Lo que más le aterraba, era que ya no temía a sus padres, o a quien estuviera al otro lado de la calle esperando para juzgarle. No. Ahora temía de sí mismo.

No le gustaba verse en el espejo y sentir el peso de su mirada azul profundo clavada en él, con el mismo tono que el de su padre, con la misma decepción de su madre. Odiaba como su cabello estaba más largo y desprolijo que nunca, y que había un rastro de la sombra de su barba delineando su mentón. Todo gritaba descuido por el mal estado emocional en el que ahora navegaba.

Quería salir de allí cuanto antes, pero parecía que siempre que miraba hacia adelante, un tirón de su camiseta lo hacia volver a caer hacia atrás. Miles de veces se había despertado a mitad de la madrugada, con la respiración agitada y el sudor humedeciendo su espalda por la misma pesadilla recurrente de él mismo siendo arrastrado por un tunel oscuro y sin salida mientras observaba como al frente, Magnus y su familia y se volvían más pequeños hasta perderlos de vista.

Alexander estaba haciendo todo lo posible para no volver ese sueño realidad, pero parecía que nada servía y sus torpes intentos eran en vano. No veía avances en sí mismo, no había magia donde antes todo había sido electricidad azul. Había confiado en Magnus para soltarse del dolor y creer que pronto se calmarí hasta sanar. No quería creer que él le hubiese mentido, pero no encontraba verdad en sus palabras ahora.

Aturdido de sí mismo, lavó su rostro y y se obligó a no mirar de nuevo el reflejo. Apagó la luz del cuarto de baño y volvió a caminar hacia la cama para recostarse junto a Magnus. Su somnoliento novio enredó sus piernas y pasó un brazo sobre su vientre, acurrucando su cabeza en el cuello de él.

Alec podía sentirse perdido, abrumado, dolido y confundido. Pero cuando Magnus le daba de su calor, todo se volvía más simple y adquiría una nueva versión de la realidad donde tal vez todo sí mejoraría.

Donde tal vez ambos podían construir su hogar juntos.

1 9 9 6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora