C a p i t u l o 11

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Alexander se encontraba en la habitación de su madre con ella en la mecedora acariciando su gran barriga. Miraba hacia la ventana con sus pensamientos para ella misma y Alec se dejó a sí mismo pensar de nuevo el discurso que tenia planeado.

Al inicio no iba a hacerlo. Se había comvencido a sí mismo que no necesitaba pedirle algo a sus padres, ni siquiera permitirles el derecho de conocer de su boca lo que su hijo pensaba hacer de su futuro. Pero luego de pensarlo, y de una larga charla con su mejor amiga Helen Blackthorn, decidió que no podría hacer las paces enteramente sin poner de su parte también, aun si eso significaba volver al inicio.

Buscó una de las mantas que descansaba sobre la cajonera y se acercó a ella. Se la colocó en el regazo y le abrigó la barriga antes de sentarse en la cama frente a ella. Maryse le miró con ojos dulces y una sonrisa tranquila.

-¿Qué sucede, cariño?- su voz fue amable.- Estás algo extraño desde que llegaste ¿Algo no va bien en tu escuela?

-No, mamá. Todo está bien.- Intentó tranquilizarla. Maryse asintió.- Hay...hay algo que quiero contarte.

-¿Y qué es, cielo?

Alexander volvió a pensarlo. Recordó en su mente los insultos, las miradas duras y sombrías, los años de silencio e ignorancia. Una parte de él seguía temiendo que jamás lo verían como antes, y esta nueva vida de un Alec feliz consigo mismo jamás se adaptara a lo que sus padres habían querido para él. Sin embargo, ahora era valiente. Se enfrentaba al miedo y estaba a salvo cuando miraba sobre su hombro y veía a todas las personas de su nueva vida, quienes le amaban y protegerian.

-Voy a casarme.- Dijo por fin. Su madre lo vio con sorpresa.- Bueno, no realmente, no aun. Pero le pediré a Magnus que se case conmigo.

-Creí...creí que, ya sabes, que no podían hacerlo.- Su madre sonaba incómoda, por lo que Alec intentó ser paciente.

-No legalmente, pero no lo necesitamos ahora, o al menos espero que él piense igual que yo. Lo amo, madre, y no puedo esperar a que el mundo cambie para que me permita llamarlo mi esposo. Cambiaré el mundo si es necesario, pero primero quiero hacerlo bajo mis términos; bajo nuestros términos.

Su madre le oyó atentamente y no apartó su mirada de la de él. Sus ojos oscuros le navegaban el alma y Alexander esperó a que ella explotara de nuevo contra él. Tal vez no había sido justo en hacerle eso a una mujer con un embarazo riesgoso, y era consciente de que su madre corría peligro a causa de sus palabras, ni sus padres ni él mismo se lo perdonarían.

-¿Estás seguro de esto?- su voz sonó tranquila, curiosa y cautelosa.- ¿Realmente lo amas?

-Con todo lo que soy, mamá- casi imploró-. Lo amaré hoy, mañana y toda mi vida.

-Oh, mi Alexander.- Alargó su mano y Alec la tomó dejando que ella tirara suavemente de él para acercarlo. Ella lo abrazó y el alivio que inundó en su pecho fue casi doloroso.- De acuerdo, cariño. De acuerdo. Esta bien.

Alec no sabía si Maryse estaba dándole su aprobación o solo esperaba a que su hijo mayor dejase de llorar. Pero Alexander se aferró a ella con mucho cuidado de no rozar su panza, y dejó que le acariciara el cabello mientras murmuraba sobre su oído palabras dulces y tranquilas para él.

-¿Podrías esperar a que nazca el bebé? No quiero verme gigante con el vestido.- Alec rió.

-Prometo que la boda será cuando él esté aquí- tocó suavemente la panza de su madre-. Pero le pediré que se case conmigo mañana, mamá. No puedo esperar otro segundo.

-Alec, no hemos sido justos contigo. Espero que algún día puedas perdonarnos.- Maryse estaba siendo sincera, notó Alec, y aunque su padre jamás se hubiera disculpado directamente con él, lo aceptó con todo el amor de su corazón.

1 9 9 6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora