A Magnus le quedaban dos meses antes de su examen final que le permitiría trabajar de lo que soñaba. Cada vez que pensaba en ello el miedo se apoderaba de él y lo volvía un mar de inseguridades en donde se preguntaba si realmente era lo que quería y si realmente era lo suficientemente bueno como para ejercer su trabajo. El señor Melendez, su jefe de pasantias, siempre le señalaba todos sus errores para luego al final del día saludarlo con una sonrisa cansada diciéndole que lo había hecho bien. Magnus lo admiraba. El hombre se había hecho paso en la ciudad de Nueva York viniendo desde México hacia ya demasiado tiempo, ganándose su puesto en ser de las mejores academias de modelaje. A Magnus no le importaba convertirse en modelo, solo ser pasante en cualquier rubro de la moda que le diera buen pie a su curriculum; sin embargo, gracias al señor Melendez, había ahorrado buen dinero que usaría apenas pudiera hacerse cargo él mismo de su propia linea de moda. Era un sueño demasiado grande tal vez incluso para él, pero si no lo intentara jamás sabría si realmente fracasó.
La brisa suave que le acarició el rostro le hizo abrir los ojos y mirar hacia su derecha donde Alexander bebía la limonada que su madre había traído para ellos hasta que la cena estuviera lista. Ambos se encontraban en la casa de sus padres, disfrutando de uno de los pocos fines de semana libre en los que coincidían. Ahora que Alexander trabajaba media jornada en el bar de Patrick y estudiaba el resto del día, era muy difícil que pudieran concordar si no era en la nochw cuando ambos iban a la cama, excepto los días en donde Alexander ocupaba el turno de noche. Amaba a Ragnor por haberle conseguido ese empleo, pero días como esos en donde parecía que no iba a verlo por más de unos minutos, lograba detestarlo. Pero cuando Alec le sonreía tan a gusto consigo mismo, lleno de la luz que le habían robado tiempo atrás, recuperando su confianza de a poco cuando traía de la escuela un nuevo platillo hecho por el mismo y con la voz emocionada porque el chef lo había felicitado, eran esos momentos donde todo valía la pena.
Como si hubiera sentido el peso de sus pensamientos, Alec giró su rostro para verlo. Llevaba lentes de sol para proteger sus ojos azules safiro de la claridad de una primavera que se convertía en verano con gran velocidad. Su camiseta verde pasto le quedaba grande al cuerpo que recuperaba su peso lentamente, sus pantalones de nailon estaban desgastados y casi blancos en las rodillas. Él le sonrió y dejó su limonada casi vacía en el cesped.
-¿En qué piensas?
-En ti.- Magnus alargó su brazo para acariciar su mejilla con su pulgar.- Siempre pienso en ti.
-Hay cosas más interesantes.- Retó Alec sin perder la sonrisa.- Y siempre estoy aquí.
Magnus no quería decirle que hubo un tiempo donde creía que Alexander no lo estaría, que lo perdería, que se iría, incluso había temido no poder salvarlo como una vez había tirado a Raphael a un costado para que no saltara de un risco. No podía decirle lo aliviado que estaba cada vez que sonreía, que veía en sus ojos que la opacidad se diluía, cuando pronunciaba su nombre y cada sílaba le gritaba amor, amor, amor. No podía mencionarle las noches en vela solo pensando mientras, recostado a su lado, ennumeraba las pestañas que había perdido a causa de los nervios pero que ahora recuperaba en sus párpados. No quería que él supiera el miedo agonizante cuando creyó que Alexander jamás lo superaría.
-Te amo.- Dijo entonces, esperando que esas dos palabras fueran suficientes para él. Alec sonrió y besó su pulgar.
-Lo sé, Magnus. No dudaría de ello.- Y él lo sabia, sabía que no importaba lo que sucediera, no podrían dudar de lo que el otro sentía.
Alec se inclinó en su asiento para besarlo, con los labios a medio suspiro de los suyos, con los ojos clavados en su boca, con el cuerpo irradiando calor.
-Niños- Bethari apareció en el umbral-, ya es hora de cenar.- Magnus gruñó y miró a su madre.- No me hagas esa cara, ve a lavarte. Alec, tú igual.
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FanfictionMagnus Bane ahora tiene a su novio, Alexander Lightwood, viviendo en su pequeño departamenro luego de que su padre le echara de su hogar. Ahora juntos, deben enfrentar el temor a lo que hay por fuera del closet. Segunda parte de 1993. Es necesario...