C a p i t u l o 12

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-Magnus, cálmate. Vas a desgastar el suelo.- Ragnor intentaba, sin mucho éxito, que su amigo se quedara quieto en su lugar.

Él no podía. Los nervios le comían las entrañas de su pecho y hacían que su corazón se vuelva un gran motor a punto de explotar. En ciertos términos, no lograba entender su ansiedad; una parte de él le afirmaba que claramente Alexander le diria que sí, pero aquella porción acostumbrada al fracaso amoroso le imploraba que se quedara estático donde estaba y no arruinara las cosas por sus falsos deseos de una vida junto al hombre que ama.

Sin embargo, tratando vagamente de apagar sus pensamientos, daba vuelta la cajita entre sus manos, de color negro cuyo interior afelpado contenía un bello anillo. Había pasado un mes entero buscando el ideal hasta que su madre Bethari había llamado por él un día y en medio de una cena, Asmodeus y ella le obsequiaron el anillo de compromiso para que le entregara a Alexander. Había sido tan feliz.

La puerta dio un estruendo explosivo cuando se abrió con fuerza y golpeó la pared y Raphael Santiago ingresó al departamento de sopetón, ignorando a todos los presentes para caminar directo hacia Ragnor y presionar sus labios con los suyos en un beso urgente. Magnus miró con expresión resentida como el más bajo se derretía como gelatina entre sus brazos y se dejaba hacer y el más alto lo sostenía con sorpresa, ambos ignorando el momento de nerviosismo de Magnus.

-No están solos- gruñó el indoneso, cruzando sus brazos sobre el pecho.

-Cállate.- Dijo Ragnor con voz ahogada, tomando la mano del latino para arrastrarlo hacia las habitaciones.

Catarina se acercó a Magnus con expresión divertida, tendiendole la mano y moviendo sus dedos en una seña de "dame". Él rodó sus ojos al tiempo que buscaba en su pantalón un billete de cien dólares.

-Maldito Raphael, ¿tenía que confesarle su amor justo ahora?

-Te dije que no aguantaría en el closet por mucho tiempo, sobre todo con Ragnor yéndose- se burló ella, riendo mientras escondía el billete en su escote, como toda una dama.- ¿Estás listo para tu gran noche?

-No le llames así- se afligió-, parece que la boda fuera hoy y ni siquiera me he propuesto aun.

-No sé qué te tiene tan asustado. Ese niño grita "dame un anillo" por todos lados, es claro que dirá que sí.

Magnus esperaba que así fuera. Pero le asustaba pensar que él creyera que es muy pronto, que tal vez debían esperar. O simplemente no quisiera la propuesta de él. Una vez le habían dicho que le temiera más al sí que al no, pero no era este el caso. Alexander siempre era uno aparte.

Si le decía que no, su mundo se derrumbaria y enterraría con él un maravilloso cuento de hadas en el que, si bien las cosas no habían sido perfectas en cien por ciento felicidad, si lo eran en su mundo; no se vería capaz de volver a amar a alguien como lo hacía con él, era demasiado idoneo creer que lo que tenia con Alec se encontraba de nuevo. Pero si Alexander aceptaba...se harian los hombres más felices de la tierra, porque estaba seguro de que como ellos se amaban no habría otros iguales, que su destino tan entrelazado no se volvería a repetir. Ningún amor era igual a otro, y Magnus no estaba dispuesto a descubrir la diversidad de estos. No había un "después" de Alec, siempre acabaría en él.

La noche había caído en la gran Nueva York, todo había sido preparado con cuidado para que las estadísticas sobre lo que podría salir mal se reducieran a uno. Magnus aun seguía nervioso, conectando con la mirada café de Malcolm que lo observaba con curiosidad por el espejo retrovisor.

-Todo saldrá bien- le calmó-. Siempre sale bien para las personas que se aman.

Magnus no estaba seguro de las palabras de su amigo, sin embargo asintió agradecido por el intento de guardar su calma. Catarina le abrió la puerta al llegar frente al departamento que ambos compartían, abrazandolo demasiado fuerte antes de soltarle y darle un pequeño empujón para que entrara, sus ojos estaban aguados por las lagrimas que quería reprimir pero aun así sonreía maternalmente antes de subir al auto donde su novio la esperaba.

1 9 9 6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora