El estómago se me revolvió, las manos comenzaron a temblarme, los ojos pronto se me cristalizaron, no podía disimularlo más ahora que lo veía sin vendas. Estaba muy mal, una herida sobresalía más que las otras justo bajo su ojo derecho, tenía toda la pinta de que iba a convertirse en una cicatriz permanente. Aún le dolía el más mínimo roce en la piel, y tener que quitarle toda esa parafernalia de encima con tal de limpiarlo y ponerle otras vendas nuevas era un calvario para él. Además, tenía los brazos enyesados, caminaba muy despacio y apenas podía coger fuerzas para moverse por su cuenta.
- Ten- intentando distraerme, Mic me pasó los discos de algodón mojados con agua oxigenada para que pudiese tratar las heridas y así dejar de mirarlo de pies a cabeza.
- Has visto cosas peores que esto- suspiró el pelinegro al cabo de un minuto, sintiendo los pequeños temblores de mis manos. Tenía la mirada perdida en nuestras rodillas, pegadas por el poco espacio entre el borde de su sofá y la silla que yo había llevado hasta allí.
- Es porque eres tú- la voz me salió demasiado trémula, y carraspeé un poco-. No es lo mismo atender a desconocidos que tener que ver a alguien que adoras tan destrozado...
- Hablando de ver, ¿cómo estás de los ojos?- preguntó Mic, sentándose a su lado. El sofá rebotó un poco por el peso del rubio y sin querer apreté demasiado una herida, provocando que se encogiese por la molestia.
- Lo siento.
- Bueno, creí que era por las vendas, pero me cuesta ver.
Se me atascó el aire en la garganta. Estaba a punto de hacerle la pregunta prohibida, no quería cuestionarle si era ceguera, hasta que lo vi poniendo su sonrisa de "engaño lógico" mientras se reía por lo bajo. Pasé de preocupada a enervada en un segundo, en el que tuve que reprimirme para no darle un buen golpe en la cabeza con tal de no empeorar su estado.
- Claro que veo, pero a partir de ahora mi quirk tendrá menos duración y...
Enfadada, me levanté de la silla, le arrojé los algodones a la cara y me fui a la cocina para mojarme la cara. No quería llorar, menos aún delante de ellos, pero no podía creerme que apenas unos días después de mi regreso tuviese que estar curando las heridas de uno de mis mejores amigos, simplemente era demasiado. Quería retomar mi vida con relativa calma, aunque todo era tranquilo en comparación a la SFA, ¿y ya había estado a punto de perder a un ser querido?
- Sigue haciendo el imbécil y te hago otra cicatriz- amenacé cuando, al darme la vuelta para respirar hondo, vi a Eraser entrando a duras penas en la estancia seguido de Yamada-. No quiero verte de pie, hoy vamos a estar todo el día contigo así que más te vale hacer caso. Y no vuelvas a hacer un chiste de tan mal gusto.
- Intento quitarle hierro al asunto, si vieras la cara que tienes...- suspiró de nuevo, dejándose llevar al salón para sentarse otra vez.
- Si vieses la tuya me entenderías. ¿Cómo te sentaría que yo hubiese estado a punto de morirme en tus narices y después dijese que no siento nada, eh?
- Te pegaría y lo sabes.
- Entonces cállate, no es gracioso soltar algo así sabiendo que podía ser verdad.
- Tora...
- Cállate.
*********
La reacción fue exactamente la esperada. Toda la clase dio un grito de sorpresa y preocupación, desde luego no se esperaban que el profesor sustituto de su tutor fuese... El mismo tutor. Todo vendado cual momia, Mummy Man según Mic, pero él al fin y al cabo. Insistía en que como podía tenerse en pie por sí solo no tenía excusa para faltar a su trabajo, así que no pudimos hacer nada por detenerlo excepto que prometiese no forzarse demasiado. Estaría en la sala de profesores el resto del día y las dos semanas que seguían, previas al Festival Deportivo de la U.A., apenas iría un rato por las mañanas con sus alumnos para guiarlos en su entrenamiento y resolverles dudas.
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La metáfora del escorpión (BNHA)
FanfictionYamada Hizashi, Aizawa Shota y Nakahara Tora se convirtieron en amigos, literalmente, "por accidente". Ellos estudiaban en la Academia U.A. y ella apenas iba terminando la secundaria, negándose a seguir la ruta del héroe que se llevó la vida de su m...