#19: ¿Acaso no es obvio?

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¿Navidad? Preciosa, era maravilloso poder volver a celebrarla con el calor de la familia, una promesa de matrimonio bastante reciente y en un ambiente completamente libre de estrés.

¿Fin de Año? Genial también, recibir un año más en compañía de todos daba una paz interior indescriptible, mi padre se había sumado a mis lágrimas emocionadas por poder estar con ellos después de 6 años fuera.

¿Pereza tras una larga fiesta de Año Nuevo que había durado hasta la madrugada? Pues bastante.

¿Consecuencias de no querer levantarme? Pues los métodos poco ortodoxos de mi querido prometido para que, como mínimo, saliera de la cama.

- ¡No, no, no, no, espera, joder, espera!

- ¿Vas a salir para ducharte?

- ¡Hablemos como adultos civilizados, maldita sea!

- Entonces compórtate como la vieja de 29 años que eres y no hagas berrinche.

- ¿¡Cómo que vieja!? ¡Te recuerdo que eres dos años mayor que yo!

- ¿Y? Yo me levanté solo, me duché, hice la comida y hasta me estoy molestando en hacer que te espabiles, es casi la hora de comer y aquí sigues remoloneando bajo las sábanas.

- ¿Pero qué sábanas? Te recuerdo que acabaron por el piso cuando volvimos a casa, ya que según tú no podías contenerte al verme con el vestido rojo.

- Y no mentí- frunció el ceño. Me mantuvo la mirada, esperando un poco de colaboración, pero como seguí aferrada a la almohada como si fuese una armadura terminó cumpliendo su amenaza-. Tú lo has querido.

- ¡Ni se te ocurra...!- tarde. Después de varios ademanes de soltarme un latigazo con un cinturón para que me levantara de la cama, lo hizo en serio y sin medirse dejando un sonido seco vibrando por el cuarto seguido de mi grito de dolor, aunque fue efectivo ya que me levanté de un salto.

Eso sí, caminando por toda la estancia con ambas manos en mis nalgas ardiendo por el golpe.

- ¡La madre que te parió, Shota, te has pasado!

- Ah, pero conseguí ponerte de pie. Ahora saca ese trasero rojo de aquí y ve a ducharte antes de comer.

- Oye, que tengo tu olor pegado en la piel, o sea que a mierda no huelo.

- De hecho apestas a sexo y me estás tentando bastante, vete en lo que yo recojo.

Carraspeé avergonzada por su "sutileza" a la hora de decir las cosas. No iba a replicarle nada, al menos no hasta que me miré, por supuesto aún desnuda, en el espejo del cuarto de baño.

- ¿¡Pero se puede saber qué carajo te pasa!?

- ¿A mí? Nada- respondió muy tranquilo desde la habitación.

- ¡Me has dejado igual que un puto babuino, imbécil!

- Así aprendes a hacer caso y a no portarte como una cría caprichosa.

- ¿¡Cómo quieres que me siente ahora!?

- No seas exagerada, para cuando termines de ducharte se te pasará.

Los vecinos tenían que estar alucinando con nuestros gritos... Aunque ya debían estar acostumbrados debido a que, cuando también estaba Mic, las discusiones podían ser muchísimo peores.

- Me las vas a pagar por esto, sádico de mierda- mascullé entre dientes mientras me metía en la ducha, dejando correr el agua frente a mí para que se fuese calentando. Aproveché la fría temperatura inicial para frotarme las manos e irlas pasando por mis enrojecidas posaderas, encogiéndome por el ardor de la piel, y cuando más o menos fue soportable y el agua se entibió me froté la cara con insistencia. 

La metáfora del escorpión (BNHA)Where stories live. Discover now