#10: Una estrella más

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El albinismo en África era algo que podía costar la vida nada más nacer, no por lo complicado de la condición física en sí, sino por la enorme superstición que reinaba sobre todo en las zonas menos desarrolladas del continente. Muchos niños albinos eran abandonados con minutos de vida, sus madres no querían tener a un "brujo" en casa que "pusiese en peligro" las vidas de sus otros hijos, así que aparte de huérfanos y enfermos en las casetas de emergencia y acogida teníamos algunos niños albinos. La mayoría solía fallecer sin llegar a la adolescencia, los malos tratos se juntaban con las pésimas condiciones de vida y terminaban muriendo al poco de ser rescatados. 

Sharik era uno de esos niños milagro, tenía doce años cuando había aparecido deambulando cerca de la base, pero tristemente los médicos habían descubierto que su pasado había hecho mella en el futuro, poniendo una tela oscura sobre él para dejarle claro que no iba a alcanzar nunca la madurez. Tenía fiebres muy altas, tosía sangre y en cualquier momento uno de esos ataques apagaría lo poco que le quedaba de vida, así que eso empeoró mi estado al darme cuenta de que tendría que mantener en brazos a un niño que iba a morirse ahogado en su propia sangre. 

Tal cual había dicho Eraser, esas dos semanas previas al Festival Deportivo de la U.A., evento que Sharik no alcanzaría a ver, estaban bastante tranquilas, y tras explicarle mi situación al director Nezu él mismo decidió tomar una medida extra conmigo: si mantenía todo en orden, mis labores a distancia o presenciales con la SFA no interferirían en mi actual trabajo en la academia, lo que significaba que podía cumplir con ambos oficios al mismo tiempo y no se me reprocharía nada siempre y cuando fuese responsable. La última semana antes del festival, empezando por el mismo lunes, fue cuando me tocó salir del trabajo e ir a las seis de la tarde al aeropuerto a buscar a Sharik, por suerte acompañada de Yamada y Aizawa ya que sabían que necesitaría apoyo emocional.

- Me gustaría que te abstuvieras de cualquier comentario de los tuyos- dije cuando vi en las pantallas que el vuelo del niño acababa de aterrizar. En unos diez minutos aparecería por las puertas automáticas frente a las cuales había mucha gente esperando como nosotros.

- ¿Por quién me tomas? ¿Por un monstruo desalmado?

- Shota, lo digo en serio, no te das cuenta pero a veces tiendes a ser demasiado directo. Aquí soy la única persona que conoce, lo último que quiero es que se sienta mal que ya bastante va a tener con el estrés. 

- Tora, estamos hablando de un niño que no va a pasar de esta semana, ¿de verdad crees que voy a decirle algo?

- No sé, según tú me adoras y mira cómo me tratas.

- ¿Y tú con Mic qué?

- Chicos, ya vale- suspiró el rubio. Estaba sorprendentemente serio, como muy afectado por saber lo que venía-. Nosotros no vamos a hacer nada más que presentarnos para que no se ponga nervioso, la parte dura es la de Cherry, así que ya basta de tonterías.

Íbamos a seguir replicando, pero cuando las puertas empezaron a abrirse yo no pude evitar dar varios pasos al frente para ver mejor a las personas que llegaban. Mucha gente recibía a sus familiares y amigos, otras personas volvían de negocios, otros eran turistas... Y allí, en medio de la masa, apareció una figura larguirucha y blanca como la nieve, con sus preciosos ojos miel asustados buscando como loco los míos de fuego, aferrando su mochila bien colgada a su espalda. Apenas me vio, la sonrisa se le ensanchó hasta las orejas y se abrió paso a las carreras para alcanzarme, saltando a mis brazos en cuanto tuvimos un poco de espacio. 

- Te he echado mucho de menos... Mamá- pronunció lo último con una mezcla de emoción y dolor que se me hundió en el pecho. Lo abracé incluso más fuerte mientras no dejaba de besarle la mejilla y retrocedí para apartarme de la muchedumbre. 

La metáfora del escorpión (BNHA)Where stories live. Discover now