#1: Esencia y potencial

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Los viajes en metro de casa a clase y de clase a casa, de exactamente 20 minutos cada uno sin contar los 5 entre casa y la estación y los 10 entre la estación y clase, eran un momento muy apreciado sobre todo cuando quería desconectar. Dedicarme a mis pensamientos mientras escuchaba música me sabía a trocitos de cielo, por tonto que pudiese parecer, sobre todo desde que la heroína Fragrance había perdido la batalla contra un villano que, por fortuna, fue encontrado y encarcelado pocos días después y antes de que pudiese matar a alguien más. Esa heroína, poco conocida pero buena en su trabajo, era en realidad Nakahara Hana, y su fallecimiento forzó a su marido, Nakahara Tadashi, a sacarse la licencia de héroe provisional con tal de poder proteger legalmente a su hija, Nakahara Tora.

O sea, yo.

Él nunca quiso ser profesional, sabía los riesgos que conllevaba y ya suficiente tenía con su esposa, sin embargo siempre me apoyó cuando le decía que quería ser como mamá, peleando contra los malos para mantener la paz en el mundo. Yo tenía cierta mezcla de sus quirks, aunque bastante más personalizados por decirlo de alguna manera: ella no por nada se llamaba Fragrance cuando salía a trabajar, había nacido con la capacidad de emanar distintas esencias de plantas y varias veces dijeron que era similar a Midnight, pero la diferencia clave era que, de todo el repertorio que tenía mi madre, podía tanto dormir a los villanos como envenenarlos, marearlos, provocarles reacciones alérgicas muy fuertes... Si perdió la guerra fue porque su contrario lo dedujo y estuvo parte de la pelea sin respirar, cosa que le facilitó el atacarla por detrás y acabar con su vida de un golpe. Yo no podía hacer eso, aunque al ser hija de una mujer así mi aroma natural era muy intenso, por lo que allá donde iba dejaba a mi paso una fragancia de cerezas que había terminado convirtiéndose en el anuncio oficial de mi llegada.

Por otro lado, mi padre tenía manipulación molecular, era capaz de modificar las composiciones de cualquier objeto inanimado y, por ejemplo, convertir una sólida pared en un montón de guijarros con tan solo tocarla. Esa era más o menos la base de mi propio quirk, la expansión atómica, ambos podíamos manipular las partes más diminutas de nuestro entorno, pero por mi parte yo expandía la repulsión de las cargas atómicas negativas, las encargadas del sentido del tacto al ejercer una microscópica presión entre átomos, por lo que creaba pequeños campos de fuerza a mi alrededor. Cuanto más cercano fuese el campo a mí, mayor peso podía soportar.

- Disculpe, permiso- di un respingo antes de quitarme uno de los auriculares, encontrándome a un señor mayor abriéndose paso entre la gente, buscando asiento, e inmediatamente me levanté con tal de que pudiese ocupar el lugar. Cuando el metro arrancó, estuvo a punto de caerse, pero hice un ligero uso de mi quirk para evitarlo, y apenas pudo sentarse me sonrió-. Gracias, joven.

- De nada- le sonreí de vuelta, colocando otra vez el auricular en su sitio. Seguí recordando cosas de familia, mezclando dichas memorias con materias de clase y alguna que otra observación de mi entorno, hasta que nos detuvimos en la estación que pasaba cerca de la Academia U.A., la mejor preparatoria con diferencia del país. Vi un gran grupo de estudiantes aumentando la presión de por sí asfixiante del vagón, y no pude evitar resoplar antes de abrirme paso hasta la esquina de los asientos con las puertas, donde menos gente solía agolparse. 

Los lunes apestaban. En todos los sentidos. Sobre todo a principios de la etapa escolar, cuando empezaba a hacer más calor.

Disimuladamente observé a todos aquellos con uniformes de la U.A., recordando que hasta hacía poco yo soñaba con entrar ahí, y volví a resoplar. Mi padre, mis compañeros de clase y hasta algunos profesores me decían que tenía cualidades para ser heroína profesional, que mi quirk era muy valioso en situaciones catastróficas tales como derrumbes, que en esa academia podía fortalecerlo más allá de lo que pensaba... Pero al perder a tu madre a los diez años, una profesional cuya figura era la que más admirabas, todas esas palabras dejaban de aumentar tus expectativas de futuro. 

La metáfora del escorpión (BNHA)Where stories live. Discover now