III

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Z... 

- Veo que ya nadie respeta el sueño. - Una flecha pasó rozando mi nariz. El caos está por empezar, veamos que tan astutos pueden llegar a ser, he. 

- Mi lady, quiere que me encargue de ello?

- No es necesario. Zuzen,... protégete.

- Entendido.-Arandi debió haber tenido otro de esos sueños, no se escucha bien. Y yo aquí haciendo una rabieta, debería hablar con ella cuando pueda. Oh, mira quien viene. Realmente va a ser interesante. 

- Majestad! Majestad! Rápido, revisen que no le haya pasado nada a la reina!

-Alto! Mi lady ha dado ordenes de no molestar su descanso.

- Estás ciego? Acaban de..

- No volveré a repetirlo. Aquel que desafíe la orden perderá su cabeza.

- Quién eres tú para hablar por su majestad? Será mejor que te hagas a un lado y nos dejes hacer nuestro trabajo. De lo contrario tendrás que atenerte a las consecuencias.

- Yo? Atenerme a las consecuencias. Hahahaha, es lo más gracioso que he escuchado hasta ahora, teniente general. 

Con una mirada fría y distante en cuyo reflejo no parecían tener valor los escrutó, dio vuelta y se dirigió al carruaje, se acomodó perezosamente en los escalones del carruaje y dibujando una sonrisa en sus labios musitó:

- Escuadrón Coda, nuestra lady quiere descansar; sugiero máxima discreción.

- Como ordene general.

Apenas terminó esa frase, tres cuerpos yacían inmóviles en el suelo. Si no fuese por el fuerte aroma metálico en el ambiente, nadie nunca entendería lo que sucedió. 

- Ah, casi lo olvido. Dile al Escuadrón Cadenza que su general no lleva armadura.

- Supongo que tendremos que asignar otro teniente general. Cubriremos el perímetro. 

Dejando atrás esas palabras se retiró. Los soldados que reclamaban ver a la reina estaban petrificados, todo sucedió en un pestañear. De pronto tenían frente a ellos a uno de los generales más fuertes y crueles de todo el ejercito, y no solo eso, aquel al que admiraban resultó ser un traidor. Lo peor de todo, otro escuadrón hizo su trabajo.

- En marcha! Regresen a sus posiciones.

- Sí, general!

- Ya puedes dejar de utilizar tu visión Arandi, ahora ellos se encargarán.

- Oh, ya no estás molesto? 

- No cambies el tema. Sé que lo puedes mantener por mucho tiempo, no obstante es una carga para el cuerpo, te necesito preparada.

- De acuerdo, me retiro. Solo quería ver como danzaban.

- Nunca cambias. Debería resignarme y vivir en una choza.

- Hihi, a lo mejor te ayuda a enfriar un poco tu cabeza.

- Arandi, creo que ya es hora de tu siesta.

- Zuzen.

- Hm.

- Quién me enseño a empuñar la espada fue padre, verdad?

- Mmm? Sí.

- Gracias.


Fragancia OlvidadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora