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Capítulo cuatro | Dandelion

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Capítulo cuatro | Dandelion

Capítulo cuatro | Dandelion

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***

     —¡Ya cállate! —Oh por favor, ¿eso que escucho son gritos distantes? Quizás sólo estoy soñando...

     Me remuevo de nuevo en la cama, dando vuelta y vuelta. Estoy enrollada como un bollito y así me siento muy cómoda. No me quiero levantar.

     —¡Tú sabes que no es así! ¡Yo no estaba...! —Bien, definitivamente hay alguien gritando afuera. Cubro mi cabeza con la almohada. Quizás si sólo lo ignoro...

     —¡Sexo, sexo...!

     De acuerdo, algo muy extraño está sucediendo en el exterior. De mala gana y muy lentamente alzo mi cabeza; los rayos del sol me encandilan y molestan. Espero un poco a que mis ojos se acostumbren a la luz y quito las sábanas que me cubren. Es un trabajo difícil dado lo envuelta que estoy, pero logro zafarme y camino hasta el baño. Aún escucho los gritos provenientes del exterior y comienzo a preguntarme si Elena estará viendo alguna película subida de tono...

     Uso el baño, lavo mi rostro, cepillo mis dientes y me pongo ropa interior limpia. Entonces, una vez que estoy lista, decido salir aún con mi cabello despeinado a ver de qué demonios se trata todo ese alboroto.

     Cuando abro la puerta parece que los gritos han disminuido. Ahora sólo se oyen personas hablando. Salgo y me arrepiento de nuevo de tener esta costumbre de andar siempre descalza; el piso afuera está mucho más frío, lo bueno es que la mañana está soleada. Giro la cabeza y noto que la puerta del departamento está abierta. Quiero ir a cerrarla, pero el ruido en la cocina es tan alarmante que no me detengo. Quizás tenga que salir huyendo.

     Me dirijo hacia allí sin titubear. Entonces me detengo en la entrada.

     De acuerdo, ¿hasta cuándo seguirán llegando hombres bellos a esta casa?

     Lena está de espaldas así que no nota mi presencia, pero el castaño que está hablando con ella desde luego sí lo hace. Mientras más me acerco más familiar se me hace... Esos ojos aguamarina y la piel oliva, me parece que ya lo he visto antes. Él me da una media sonrisa cuando llego junto a Elena, quien se sobresalta con mi presencia.

     —¡Mierda, blanca! —grita—. Me asustaste.

     —¿Porque te encontré con las manos en la masa hablando de sexo? —cuestiono divertida, ella jadea. El chico que se encuentra delante de nosotras ríe—. ¿Quién es el extraño?  

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