Efi tiene tres condiciones: El amor no es para ella, del pasado no se habla y "rojo" significa peligro. Avan es el rojo del que debe huir.
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Desde pequeña Efi ha aprendido a esconderse, a no sentir de más y a guardar secretos. Sin embargo, tambié...
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Observo maravillada todo a mi alrededor. Seguramente Avan en este momento debe de pensar que parezco ventilador pero es que simplemente no puedo dejar de mirar.
Es... Impresionante. Muy él, pero impresionante igual.
En cada lugar al que mires hay algo que llama la atención sin que se sienta recargado. El techo es alto y bonito, hay unas escaleras oscuras que supongo conducen a un segundo piso; del techo cuelgan algunas lámparas muy lindas y sencillas que en este momento están apagadas pues con las amplias ventanas es suficiente iluminación. La vista de la ciudad es deslumbrante, bellísima; y aunque no me gusten las alturas puedo apreciarla desde aquí. Hay repisas de madera oscura y adornos pequeños. Me parece que lo balancea todo muy bien.
Pero lo que más resalta de todo ello son las paredes, que a pesar de ser blancas, tienen hermosos paisajes en ellas. Y no sólo son paisajes, hay siluetas, personas, animales o en algunas simplemente colores.
Me atrapan, me cautivan y me quitan el aliento. Son hermosas. Lo que más me fascina es que están pintadas directamente en las paredes con colores brillantes y llamativos; a mano.
De acuerdo... las paredes son blancas con imágenes preciosamente pintadas a mano... Demuestran mucha técnica y talento... Y en este lugar vive unpintor...
Creo que no hace falta ser un genio para darse cuenta de lo que está pasando aquí.
—¿Ves algo que te guste? —pregunta Avan a mis espaldas. Estoy tan anonadada y perdida por estas pinturas que me asusto y doy un respingo.
Me vuelvo para mirarlo. Está recostado de un muro en la pared y se ha quitado la chaqueta. Me recuerda mucho al día en que acabábamos de salir de la reunión en Dandelion y él estaba en la misma posición que ahora, con esa misma sonrisa enloquecedora y su espectacular cuerpo marcándose en la camisa. Y justo como aquella vez, me siento como una presa siendo acechada.
Aclaro mi garganta porque me doy cuenta que me he quedado como idiota desorientada.
—Eh... ¿Tú... Pintaste estas paredes?
Como si no fuese suficiente, su sonrisa se hace un poco más amplia.
—Sí... Algo de eso hubo. —Rasca distraídamente su nuca y se incorpora—. Estas son las cosas que hago cuando me aburro y busco distraerme. Las piezas realmente importantes y ordenadas están en el salón de arriba, donde pinto.
«¿Lo quehagocuando me aburro?» ¿En serio? Oh Dios, si las pinturas que él hace para distraerse me han dejado impresionada no quiero saber qué me harán las «piezasrealmenteimportantes».
