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 Youngmi no era tonta.

Si, sabía que el chico pelinegro que se hacía llamar amigo de su hijo jugaba diariamente con uno de los niños de aquel piso, que desgraciadamente se encontraba muy cerca de la habitación de su hijo, pero no pasaba desaperciba ninguna de las veces en la que aquel chico, haciéndose el distraído, miraba hacia la habitación de su hijo.

A pesar de todo, no se enojaba en su totalidad, ya que estaba segura que el pelinegro ni siquiera había notado su presencia a lo lejos observándole, y aun así no hacía más que eso, mirarle, y ni siquiera por más de un par de segundos. Jamás había entrado a la habitación, jamás había intentado forcejear la puerta, jamás le había dado las suficientes razones para que tomara la drástica medida de pedirles a los guardias que lo sacasen del hospital.

Obviamente no sería capaz de algo así, lo último que quería en aquellas circunstancias era causar más alboroto, no tenía las ganas ni las fuerzas. Aun así, no podía permitir que ese joven estuviera con su hijo, porque muy internamente, sentía que algo iba mal, algo que lo relacionaba mucho con el menor, y de solo pensarlo le daba jaqueca.

Así que simplemente le observaba, las pocas veces que lo había visto, siempre hacia lo mismo. Empezaba a caminar en cámara lenta, fingía rascase la nuca para poder mirar al costado, fingía que había algo en el vidrio, y luego volvía a caminar.

A Youngmi se le había hecho una rutina verlo en aquella situación, y llegaba hasta a causarle gracia, especialmente cuando el pequeño al que acompañaba le regañaba por siempre hacer lo mismo, por inventando excusas para poder pasar lentamente justo por la habitación de su hijo.

Ese día no iba a ser diferente, así que sabiendo que ocurriría, salió del cuarto y se puso a hablar con las de recepción. Apenas notó que el chico subía por el ascensor, se arrimó por el pasillo para verle actuar como era de costumbre. Se dio cuenta también de que venía solo.

Frunce el ceño y empieza a ver más detalladamente, notando que el pelinegro esta vez no había fingido caminar lentamente, ni siquiera rascarse la nuca. Simplemente paró en seco, y giro de lleno a la ventana de su hijo.

El ceño de Youngmi desparece instantemente, instalándose en su lugar algo parecido a la duda, sin comprender del todo que estaba pensando en ese momento.

Aquel chico... miraba la ventana con unos ojos tan... vacíos.

Se le notaba la tristeza desde aquella distancia en la que ella se encontraba, y era abrumador.

Por un momento se encontró a sí misma en aquella posición, mirando a su hijo en aquel estado, sin saber qué hacer para ayudarle, sintiendo esa impotencia y a la vez, esa melancolía que le inundaba profundamente de solo ver a su pequeño bebé en ese estado.

Y sintió empatía, sintió aquella vibración en el cuerpo que le decía que ella no era la única que estaba sufriendo en ese momento. Era la primera vez que lo sentía luego del accidente, y muy por lejos de hacerle enojar, sintió como un suspiro quería abandonar su cuerpo. Porque luego de que el número de su familia había disminuido tan sorpresivamente, era la primera vez que pudo sentir que no se encontraba sola peleando aquella batalla.

Lo dejó ser a aquel suspiro, que le trajo una tranquilidad la cual creyó extinta en aquellas circunstancias.

Quizás no estaba sola.



Los nervios de Tae se habían notado desde que se habían sentado todos a comer en la mesa, y la verdad, era un poco gracioso, especialmente para su hermana, quien se reía por lo bajo cada vez que su hermano torpemente le pegaba a algo por los nervios.

Coma [Taekook]Where stories live. Discover now