Capítulo nueve

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Tom:

Me he enterado de qué estás en cama descansando, lo siento mucho, amor. No puedo ir porque tengo entrenamiento hoy, lo siento.

¿Desde cuando su entrenamiento es más importante que su novia? ¿Desde cuando a él le ha importado tanto su maldito y estúpido rugby?

Amo que sea así de deportista y que le encante su deporte, lo respeto. Pero nunca le pido que lo deje por mí, sería muy egoísta, y por una vez que necesito que esté a mi lado, ¿no puede dejar de lado su preferencia y olvidarla por mí?

Incluso cuando el año pasado me fracturé la pierna justo el día del baile de fin de curso, y en vez de venir a ver si me encontraba bien, o si solo necesitaba un poco de cariño proveniente de mi novio, él se puso su esmoquin y se fue a bailar con la asquerosa de Camile.

Y en vez de enfadarme, le perdoné.

Suspiré e intenté contestar lo más amable posible el Whatsapp:

Yo a Tom:

Ok, no pasa nada, amor. Adiós.

NI SIQUIERA HA TENIDO LA DECENCIA DE MIRAR EL MALDITO MENSAJE.

Está bien, Stevens. Respira. No importa, siempre ha pasado esto y ahora no va a pasar nada. Lo hablaremos y listo.

Abrí el chat con Idiota.

Desde que me envió el mensaje declarándose a mí, no he pegado ojo por la noche. Ayer me fui a dormir, sin antes mirar a que hora fue su última conexión: 11:37 p.m y sin embargo, no escribió ni insistió.

Está bien, yo no le he hablado. Y me he metido en el chat más de diez veces escribiendo simples chorradas solo para que él viese que yo estaba escribiendo... Y que él acabase enviándome a mí algo.

Soy tan patética, pero de verdad que quiero que me hable.

Aun que sea uno de sus "Buenos días" o un simple "Hey, pelirosa".

Ni siquiera sé por que le doy tantas vueltas al asunto. No me importa...

Mis ojos se iluminaron cuando vi la pantalla de mi móvil anunciando que Idiota escribía.

«Escribiendo...»

«Escribiendo...»

Última vez. 16:25.

No se volvió a conectar más.

***

Ashlove:

Iré a verte a tu casa, ¿vale? Te quiero.

Yo a Ashlove:

Nos vemos en un rato, te quiero más.

***

―Lo siento, te quiero ―repitió dándome un abrazo aún más fuerte que el anterior―. Perdóname, ¿si?

―Yo también lo siento y te quiero. Me tienes que perdonar tú a mí.

Un suspiro se escuchó detrás de nosotras.

―Si seguís así, voy a vomitar y defecar las galletas que la abuela Aurora nos ha hecho, Stevens. Y créeme, eran de chocolate puro, no entrarás al baño durante una semana ―dijo serio―. O un mes. Ambas estáis advertidas.

Whatsapp (Niall Horan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora