Capítulo 26

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Tony hizo una mueca a la misma vez que exhalaba. Jarvis le había llevado al médico en caso de lo anteriormente ocurrido alterara su condición. Una completa falta de tiempo, pensaba él.

—¿Y qué tal todo, doctor?—preguntó Edwin, preocupado.

El hombre se quitó el estetoscopio y le miró con el rostro relajado.

—No parece haber complicaciones—antes lo dicho, Tony le hizo un gesto a Jarvis—. Pero si fue algo bastante arriesgado, Tony.

—¿Qué cosa? ¿Vivir mi vida?

—Anthony—le regañó su mayordomo.

Solo rodó los ojos y se acomodó la camiseta. El doctor a cargo poco a poco entendía lo que estaba pasando, por lo que le pidió al mayor que se retirara de la habitación por un momento. Una vez solo con él castaño le pidió que tomara asiento frente a su escritorio, este lo hizo de mala gana.

—Es algo normal, que cuando a las personas se les diagnostica con algo terminal, estas se vuelvan un poco... como decirlo... irritantes.

Tony frunció las cejas, ¿ese tipo le estaba diciendo irritante? Nadie le decía irritante. Estaba a punto de insultar al hombre cuando este volvió a abrir la boca.

—No quiero excusas, Tony, acabo de presenciar esa actitud. Y la he presenciado otras veces, en pacientes que se encuentran en el mismo estado que tu—dijo—. Puedo recomendarte ayuda psicológica. Tenemos muy buenos prof....

—Alto ahí—el castaño se acomodó en la silla que estaba—. No iré con el loquero ¿ok? Sería una perdida de tiempo y dinero.

El hombre no dijo nada, en verdad que tenía ganas de darle unas buenas cachetadas al rebelde adolescente. Dejo que este se marchara no sin antes darle una tarjeta de una persona que le ayudaría, esperaba que cambiara de opinión.

Ya en el auto Tony no dijo nada. Ni siquiera iba mirando su teléfono como hacia constantemente, solo miraba la tarjeta en sus manos de vez en cuando. Jarvis miró de reojo, quería ver que llevaba al hijo de sus jefes tan callado, pero este hizo un muy buen trabajo ocultándola.

¿Sería la solución ir con ayuda profesional? Esas personas podrían guiarle, aunque sea un poco para saber que hacer con lo poco que le quedaba de vida. Quizás podrían guiarle a tener esperanza. Pero, ¿hay esperanza para él?

En ese momento el auto se detuvo y Tony bajó inmediatamente. Se adentró a su casa y caminó hasta la cocina, no había podido comer nada para que le hicieran exámenes médicos. Al llegar a la cocina, Peter estaba ahí. Este no le dirigió la palabra.

Sabía muy bien el porqué no le hablaba, pero no quería disculparse. Su orgullo era muy alto, incluso más que él.

Pero, ¿qué va? no podía perder a una persona muy importante en su vida solo por su orgullo.

—Peter—le llamó. Este estaba de espaldas y no le respondió—. Peter, ¿podemos hablar?

El rubio castaño siguió con lo que hacía sin responderle. Tony suspiró y se ubicó a su lado, notó que este estaba haciendo sushi.

—Peter, lo siento—comenzó—. Me disculpo por comportamiento. Se que arriesgue mi vida, bueno, lo poco que me queda. Pero por favor, necesito que entiendas...

—¿Entender que? ¿Tu comportamiento infantil?—respondió Peter a la defensiva.

Tony volvió a suspirar y Peter por fin le miró dejando lo que hacía por un momento.

—Mi comportamiento no tiene justificación. Lo entiendo. Es solo que estaba enojado y no me expresé ni comporté de la mejor manera—dijo Tony—. Trataré de cambiar eso, creo que eso les hace daño a ustedes también. Recibiré ayuda psicológica, creo que a veces es bueno ir de vez en cuando a hablar con alguien que no sea de tu familia.

7 mesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora