s i e t e

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La montaña no parecía tan peligrosa, eso claro hasta que pequeños copos de nieve comenzaron a caer, el sol casi se ponía y realmente no sabía que haría por la noche.

Rosé y yo cuidábamos al grupo desde atrás.

Jisoo y Lisa (por petición de esta última) estaban guiando al grupo.

–Jennie tengo mucho frío.–Se quejo Rosé abrazando su cuerpo como podía.

Me asuste cuando solo unos segundos después Jisoo se apareció con su abrigo en mano.

–Escuché que tenías frío, puedes tomarlo, ya estoy acostumbrada a esto.–Se fue sin darle tiempo de quejarse, Rosé solo la miraba con cara de tonta.

La mayoría de soldados hacían eso para sus enfermeras, los entendía perfectamente su entrenamiento los había obligado a poder controlar ese tipo de cosas.

Casi una hora después del atardecer, la temperatura había bajado demasiado.

–¡Chicas debemos buscar refugio!.–Le grité a nuestras guías.

–¡Mi culo se esta congelando por tu culpa Jennie!.–Se quejo Sowon desde adelante.

–Todos siganme.–Escuché a Lisa gritar, unos minutos después estábamos entrando a una gran cueva.–Enciendan fuego, descansen y coman.–Ordeno.

Ayude a todas a prender varias fogatas, la mayoría se quedo dormido casi al instante excepto Irene que cantaba una canción mientras preparaba alimentos.

Lisa seguía en la entrada vigilando, me acerqué con cautela y me senté a su lado.

–Ten, puse este abrigo en la mochila por la mañana.

–Gracias.–Dijo tomándolo de manera rápida, seguramente se estaba congelando, lucía más palida de lo normal y sus labios estaban secos.

Sentí mi corazón romperse al ver su reacción cuando veía a solo unos kilómetros las explosiones.

–Debería estar ahí luchando, luchando por un país libre...–Confesó con tristeza.

–Lisa, ayudaste mucho a todos hoy, también mientras estabas en el ejército, ahora tu cuerpo y alma necesitan sanarse, la guerra acabará, te lo prometo, tal vez no hoy o mañana, pero acabará y entonces todo volverá a la normalidad.

–¡No Jennie!, no todo es tan fácil, nada volverá a la normalidad, yo no volvería nunca a la normalidad, ¿Quién me quitará esos rostro llenos de sangre de la mente?, ¿Quién me asegura que una bala no volverá a herirme?, nadie me querrá nunca, nadie querrá estar lideando todas las noches con mis pesadillas...

Mirar sus ojitos llenos de lágrimas, su corazón siendo abierto completamente y sus miedos más profundos, eso destruyó mi alma, pero también me dio fuerzas para hacer lo que deseaba desde hacía varías semanas, la besé, no fue un beso sucio, muchos menos un beso lujurioso fue... Fue un beso, un beso con el que trataba de decirle “Yo lo haré, yo estoy aquí.”

Cuando nos separamos, ella pego su frente a la mía. En un susurro que se perdió en el frío viento me agradeció:

–Gracias por aparecer en mi vida Jennie Kim.

f i x y o u ; j e n l i s aDonde viven las historias. Descúbrelo ahora