-¡Joder, mis llaves!- mensionó entre dientes aquel castaño que tenía cubierto su rostro con las manos.
-Cálmate, debes tener alguna ventana abierta, ¿no?
John me vio con su pálida cara de confundido.
Un estado algo cómico para mí viniendo de él.
-Y más vale que te muevas por que creeme que estar semidesnuda en la vía pública no es algo tan favorable para alguien como... yo -mensioné mientras cruzaba mis brazos y adoptaba una postura recta.
-Como digas, hagámoslo, la de la cocina debe estar abierta, o quizá la de la sala de estar, mi madre siempre olvida asegurarlas -dijo John mientras masajeaba sus cejas con la mano.
Estaba nadando en cólera y nerviosismo. Se veía super tierno.
Caminamos hacia el par de ubicaciones y pudimos entrar por la opción dos.
Menos mal.
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Entramos hacia su habitación y pues...
Típica recámara de hombre.
-Disculpa el desorden, no esperaba visitas tan... importantes.
-Descuida, almenos no está cubierta de tus fotografías, trofeos, medallas o huele a sudor y Queso Cheddar -mensioné refiriendome a la alcoba de...
-¿Como la habitación de Bryan? respondió aquel castaño cortando mis pensamientos.
A decir verdad, era la primera vez que lo recordaba en este par de días. Había tenido apagado el móvil y los ojos lázuli de aquel castaño, simplemente me derretían el alma con la más peligrosa amnesia que jamás tuve.
Mi historia con Bryan se había vuelto típica y seca. Lo conocía ya casi tres años y era su novia casi el mismo tiempo. Recuerdo que caí flechada un día al verlo entrar a mi salón con un smoking y una guitarra. Me dedicó la super cursi "Hey There Delilah de Plain White T's" había cambiado la letra con mi nombre. Todo el maldito curso fue testigo de aquel episodio.
El primer año de noviazgo fuimos él y yo contra el mundo, pero el alcohol, sus partidos estatales, las peleas, su vocabulario el cual me escupía las peores palabras cuando estaba ebrio y su intensa posesividad, habían roto todo aquello que siempre amé de aquel personaje.
Despues claro, John entró a mi vida.
Mi cerebro había reprobado varias materias gracias al estres que me causaba ser la novia del chico más popular y grosero del instituto, asi que las repetí y en uno de aquellos salones quedé hipnotizada con aquel delgado chico de ojos marinos. Nunca pude acercarme lo suficiente ya que conocía muy bien a Bryan.
Ya no quería seguir siendo la novia de aquel idiota. Había sufrido mucho por él.
-Ten, ponte esto- indicó aquel chico con su pacífica mirada fija en la mía, sacandome de un tirón del pequeño trance en el cual me había sumergido.
Le regalé una sonrisa y él se acercó a mi.
-Póntelo preciosa, solo no olvides devolverlo en un plazo de quince días -bromeó.
Reí igual.
-No prometo nada... "precioso" -susurré
¿Precioso?, ¿qué era esto?, ¿El maldito Señor de los Anillos?
Por un demonio Laura, ¿desde cuando dices cosas como esas?
John sonrío sin separar sus labios, yo me había sentado en la orilla de su cama. Se acercó y colocando su mano sobre mi mejilla, pude sentir sus cálidos dedos, la acariciaban lenta y cuidadosamente.
Se inclinó y besó mi frente, de una manera tan sutil, tan suave, tan jodidamente... ¡increíble!
Lo abracé desde la cintura y apoyé mi cabeza ladeada sobre su abdomen desnudo.
Pude escuchar sus latidos, su respiración tranquila, su cálida y suave piel que sentía poder rescostarme en ella y dormír una eterna siesta.
Cerré mis ojos y pude sentir lo que hace ya mucho tiempo no sentía cuando estaba con Bryan.
Amor.
Maldito amor, que ahora se vestía de piel clara, castaños desordenados y embriagantes ojos azules.
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Laura
RomanceJohn Kennedy jamás debió devolver el mensaje a Laura Reeves, una pelinegra con complejo de aventurera y una extraña obsesión al sushi. Ambos planean "robar" la luna en un Porsche rojo. Aunque claro, un atraco como esos no es algo sencillo, no tan se...