-Labios carmesí, cielo azabache-

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06:28PM

—Bien, escucha, esto haremos: entramos, nos escondemos en la sala de proyecciones y esperamos, simple ¿cierto?

—Estas demente —respondí.

—Y tu eres un cobarde— atacó.

Laura se estacionó en el parqueadero del planetario, apagó el auto y las luces.

Tenía el pulso acelerado y mordía el interior de mi mejilla repetidas veces, tantas que empecé a sentir un sabor metálico dentro de mi boca.

Estaba nervioso, tanto como la primera vez que vine con Laura.

Mi mirada estaba clavada en las naranjas nubes que pintaban en cielo.

—Hey, John...

Voltee mi mirada hacia ella.

Se acercó y se detuvo a escasos milímetros de mis labios. Pude sentir su cálida y rápida respiración.

Estaba nerviosa, igual que yo.

—Ven, robemos esta Luna juntos —susurró.

Abrió la puerta del conductor y bajó.

La seguí increíblemente confundido, pero firme a seguirle la corriente.

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Entramos, en la recepción no había nadie así que tuvimos suerte, corrimos por el pasillo hasta la sala de proyecciones.

—¿Cómo es que sigue abierto? —pregunté.

—Shh, cerrarán muy pronto, ¡apresúrate! —me cortó.

En esta se pudo escuchar a un par de guardias de seguridad.

—¡Mierda! —susurró —Rápido, a la cafetería de empleados.

Tomó mi mano y me guió hasta el final del pasillo.

Mientras corríamos pude divisar aquella Luna plateada por la cual Laura me había traído.

Entramos y el lugar olía a café y rosquillas de canela.

—Huele delicioso —susurró.

Empezamos a recorrer el lugar que tenía un color naranja y dorado por la hermosa puesta de sol que ocurría a través de la ventana circular frente a nosotros.

Laura colocó el seguro de aquella puerta.

Ahora tendríamos que esperar.

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El atardecer era una maldita perfección.

Este se mezclaba con los ojos avellana de Laura, además de sus cabellos negros, logrando que su perfil me dejara sin aire en los pulmones.

Su mirada yacía tranquila observando aquel espectáculo.

Y la mía yacía en todo el espectáculo que era ella.

—Hey —susurré.

—¿Que ocurre? —preguntó mirándome y tomando un mechón de pelo que luego lo puso detrás de su oreja.

—Te ves... hermosa.

Su mirada se perdió en la mía y empezamos a devorarnos con estas.

Laura se levantó y unió sus carmesís labios con los míos que estaban algo resecos.

¡Sentí mi cuerpo flotar, todo era una maldita maravilla!

Puse mi mano sobre su mejilla y después por debajo de su oreja.

Quería que este instante jamás acabara.

Laura me tomó de la chaqueta de cuero que llevaba puesto y me llevo hacia una de las paredes. Me la quitó.

Sabía lo que pasaría luego y no quería detenerla.

Empecé a desabrochar su blusa y antes de llegar al final de sus botones ella se detuvo.

—John, aquí no.

Abrí mis ojos y sus mejillas tenían un tono carmesí muy intenso, sus labios estaban entreabiertos y su respiración volaba.

Tomó mi mano y me guió hasta una pequeña puerta al final de la minicafetería.

Me agaché a tomar mi chaqueta y empecé a seguirla.

Entramos.

Era la sala de proyecciones.

Me llevó hacia la sala de control y presionó algunos botones.

—¿Qué hiciste? —pregunté confundido.

—Ven John —mencionó en tono travieso.

Nos sentamos en las butacas del medio y antes de que yo volviese a preguntar, Laura interrumpió.

—Shh... Solo observa —insinuó en un susurro mientras se llevaba el dedo índice a sus labios indicando que me callara.

Un hermoso espectáculo del Universo apareció proyectándose en el techo y paredes de aquel oscuro salón.

Estrellas, planetas, galaxias,...

¡Maldita sea!

—John —la voz de Laura me despegó de aquella hermosa coreografía.

—¿Mm? —Pregunté.

—Tú eres la que me vuelve loca.

Mi corazón se disparó y me abalancé sobre sus suaves labios. Quería devorarlos. Solo eso quería.

Terminé de desabotonar su blusa y pude sentir su cálida y nerviosa piel en mis manos.

Las butacas ardían por el show que estábamos montando sobre ellas.

Sentía su cálida y agitada respiración cada vez que besaba su cuello. Sus dedos rasgaban mi espalda de placer, mientras recorría mis manos por todo su desnudo cuerpo.

Laura era una obra de arte, su piel tenía aroma a Jazmín y brillaba con un celestial blanco perlado.

Laura había despertado una versión que nunca pensé ver en mí.

Y ahora, justo en este instante, Laura y yo brillaríamos, igual que las chispas en aquel cielo tinturado de azabache.

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LauraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora