El aire que tenía planeado entrar a mis pulmones se había frenado a medio camino.
Vi el Porsche ser arrastrado estrepitosamente por un minibus que venía demasiado rápido desde su derecha.
Aquel momento...
Todo el mundo se detuvo.
El naranja atardecer se volvió grisáceo y mi corazón se heló
Bajé de la patrulla que se había detenido en seco.
Solo corrí.
Mis sollozos aprisionados rebotaban en mi interior, tratando de escapar.
Cada zancada que daba,
Cada lágrima que despedía,
Cada moribundo latido que trataba de revivir mi cuerpo, recordaba a aquella chica de cabello azabache con labios carmesí,
A aquella chica de piel clara y mejillas que se ruborizaban al besarla,
A aquella chica a la cual le fascinaba el universo y el pezcado crudo enrollado en algas.
No, no quería perderla, no a ella.
Llegué e intenté abrir la puerta de aquel destrozado Porsche cereza.
Vi a Laura, con sus labios cubiertos completamente en cinta americana; No podía hablar.
Cuando me acerqué delicadamente lo pude ver. Aquel fragmento metálico cubierto en oscura sangre que sobresalía por el estómago de Laura.
Guardé el arma en la parte trasera de mis Jeans.
Percibí los pasos apresurados que se acercaban por mi espalda, volteé y el oficial nos miraba atónito.
—¡Necesito una navaja, un cuchillo, ¡algo! —grité altamente desesperado.
Un helado sudor empezó a bajar por mi frente.
—En la patrulla tengo una navaja confiscada —titubeó el oficial—. Tenemos un 12-81 a aproximadamente venticinco kilómetros de la interestatal noreste...
Se alejó rápidamente mientras daba el aviso por su radio.
Mis ojos volvieron a Laura que yacía con su mirada clavada en mí.
Moviendo sus atadas muñecas mientras me aproximaba delicadamente a ella, llevó sus dedos hacia mi rostro. Los presioné con ayuda de mi mano hacia mi mejilla.
—Te sacaré de aquí amor. Juro por Dios que lo haré —susurré mientras sentía mis fuerzas ser asesinadas frente a aquella escena.
Los pasos del oficial se hicieron presentes otra vez. Me entregó el arma afilada y procedí a cortar.
—Déjame ayudarte muchacho, debes tener cuidado de que...
—¡No la toque! —advertí al oficial.
Liberé sus muñecas y procedí a cortar la cinta de su boca.
—Listo, ya está, es todo Laura, los paramédicos te ayudarán, ¿está bien?, no te muevas tanto, tranquil...
—John —Su vacía voz se esparció dentro de aquel cúmulo de metal retorcido—, eres lo que jamás pensé encontrar dentro de un tímido chico de ojos azules.
Sus palabras me quebraron el alma.
—Hey, precioso, mírame, deja de llorar, eres un llorón ¿lo sabías?
Su ensangrentada mano limpió debilmente mis mejillas que empezaban a irritarse por las saladas gotas que despedían mis ojos.
—John Kennedy, eres magia pura, tus besos no me saben a menta y nerviosismo, de hecho, saben a cielo estrellado y a un atardecer en una cafetería. Saben a aquellos momentos en los cuales nosotros fuimos... los malditos protagonistas. No hay escencia semejante a esa, créeme.
Mi sonrisa dolorida trataba de tinturar aquel momento.
Sus avellanados ojos, tan asustados como yo; me gritaban que jamás me alejara de tí. Que no te dejara sola.
Llevé mi mano al bolsillo de mis oscuros jeans de siempre y saqué la dorada cadena con un pequeño colgante de sushi.
Cuando lo vió, su llanto explotó.
Tomó mi sudadera y me acercó hacia ella.
Los frios y temblorosos labios se unieron con los míos. Pude percibir el metálico sabor con el cual estaban condimentados.
—John, no quiero morir —susurraste— quiero quedarme contigo. No puedo escucharte, quiero oír tu voz.
No morirás, no hoy, no aquí, no ahora.
Desabroché la dorada cadena y la llevé hacia tu cuello. Te la puse.
Saqué el movil y en un bloc de notas digital reescribí la descripción grabada en aquel collar.
Te lo mostré y mientras tus avellanadas pupilas navegaban por la corta frase; respondiste en un entrecortado susurro:
—Y yo hasta Júpiter, donde nuestros enemigos arderán —me respondiste entre sollozos .
Me miraste por varios minutos, recorriendo tus dedos por mi rostro.
En tus pálidas mejillas empezaron a rebotar luces rojizas y azuladas; Emergencias había llegado.
—John... —mencionó Laura—. Nuestra cita aún sigue en pie ¿cierto?
El oficial Anders empezaba a sacarme a la fuerza de aquel automovil destruído, eso hizo que mi expresión cambiara y llenase mis pulmones para gritar el nombre de aquella chica de la que tanto estaba enamorado.
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Laura
RomanceJohn Kennedy jamás debió devolver el mensaje a Laura Reeves, una pelinegra con complejo de aventurera y una extraña obsesión al sushi. Ambos planean "robar" la luna en un Porsche rojo. Aunque claro, un atraco como esos no es algo sencillo, no tan se...