-Un maldito sueño-

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El minutero del reloj aquel día caminaba demasiado lento y mi cara de muerto venía con un par de ojeras de regalo.

Este me empezaba a generar estrés ya que el minutero retrocedió un paso al percatarse de que lo estaba observando impaciente.

¡Que alguien me mate!

Después de que un par de energizantes y un expresso invadieran mis venas con un golpe de energía, mi cuerpo empezaba a caer en picada ya que Laura me había llamado a las 02:00 AM esta madrugada.

Su porsche se había averiado y estaba varado en la interestatal. Bryan estaba ebrio, demasiado ebrio como para vomitar la guantera tres veces.

Había tomado las llaves del Mercedes de mi madre y me dirigí hacia su ubicación.

El imbecil de Bryan había besado a un par de chicas esa noche. Todo eso frente a Laura.

Habían discutido y Bryan la había dejado en ridículo por tanto Vodka costoso que tenía en su diminuto cerebro.

Juro por Dios que semejante partícula debió estar ahogandose entre tanto alcohol.

El Porsche tenía una fuga de aceite y no podía moverse. Así que llevé al ya mencionado personaje a su hogar, cerca de MiddleBeach, uno de los barrios más lujosos de la ciudad.

Laura lo ayudó a bajar, pude ver como él intentó besarla, pero ella no accedió.

Bien hecho.

Regresó al Mercedes, azotó la puerta y se abrochó el cinturón.

Llevé mis ojos a encontrame con los suyos, pero ella tenía su mano derecha justo sobre sus ojos y pude ver que sutiles gotas de agua se deslizaban por sus mejillas.

—Lau...

Esnifó y limpiandose las dolorosas lágrimas de sus pequeñas mejillas me devolvió la mirada; Rió apenas.

—¿Lau? No me digas Lau, suena a perro —Sonrió.

—A mí me gusta cómo suena —indiqué orgulloso.

—Pues a mi no, y mas vale que lo olvides o te obligaré a hacerlo.

—¡Uy que ruda! —bromeé abriendo un poco más mis cansados ojos y alzando mis manos como simbolo de inocencia.

—Ya cállate —atacó con una sonrisa.

Encendí la radio y el playlist de mi stereo empezó a tomar las canciones que se habían quemado en un CD

Ed Sheeran - Photograph

—¡Uy que rudo! —bromeó la pelinegra con su tono sarcástico.

—Es una joya, no la cambies —pedí

—Solo bromeaba... me encanta.

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Habíamos llegado a su casa, me estacioné en la 16 y presioné el freno de mano para despues apagar el auto; nos habíamos aventado todo el álbum de Sheeran.

—Bueno, ve, son casi las cuatro, no me lo agradezcas, yo solo... —insinué hasta que la quebrada voz de Laura me cortó.

—John —susurró aquella chica con sus ojos cristalizados. Se me hizo un nudo en la garganta.

Mi mirada se clavó en los avellana de esa chica y al bajarla pude ver que su mano se había puesto sobre la mía que reposaba sobre la palanca de cambios.

Sus delicadas manos decoradas con uñas color crema capuccino me empezaron a cerrar los pulmones y a volar el pulso.

Cada vez que ella me tocaba sentía el maldito mundo en cámara lenta, perdiendome en todo lo que Laura era.

—Gracias —mencionó delicadamente.

—Es un idiota, no deberías...

—Terminaré con él —cortó mi argumento.

Mis palabras se acabaron y solo sentí el impulso incontrolable de besarla.

Vaya mierda cursi.

Bendita mierda cursi.

—Es una broma, ¿verdad? —pregunté

—John, dime, ¿quién en su puto sano juicio haría lo que tú acabas de hacer?, ¿Eh?. Escucha, desde aquel día que reuní los santos cojones para enviarte aquel primer mensaje, supe que entre tú y yo habría algo más que simples "favores de instituto". Sí, se que aveces te pongo en situaciones las cuales rozan tus principios. No lo sé, lo suficientes como para ser tan descabelladas e improbables como... follar bajo las estrellas —insinuó mientras evadía mi mirada y pequeños sollozos se mezclaban con sus palabras.

Mis ojos filtraban todo lo que había a nuestro alrededor para poder ver a Laura.

—¿Follar bajo las...?
— Olvidalo John, tu... me gustas... y solo deseo que nunca me sueltes.

Su mano tomó mi sweater y lo haló hacia ella.

Me besó como nunca, podía sentir sus lágrimas y sus mejillas tibias frente a mi.

Todo parecía un maldito sueño, de esos que pides cada cumpleaños, de esos que cada que alzas la mirada y ves una estrella fugaz lo susurras esperando tánto y nada a la vez.

Pero nada es malditamente perfecto, de hecho... no necesita serlo para ser hermoso.

Y Laura era eso: una imperfecta perfección, vestida de cabello oscuro, ojos avellanas y labios tan ridículamente preciosos; los cuales me condenarían a una intensa adicción la cual no quería superar.

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LauraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora