El sonido de la lluvia se escuchaba lejano sobre mí. Las pequeñas gotitas aterrizaban en el techo, como leves caricias en esta solitaria noche.
Laura se había marchado ya, solo un cálido y adictivo beso en los labios antes de que un taxi la llevara a casa, daba vueltas dentro de mí.
Justo ahora la distancia empezaba a arder, a provocarme ansiedad, a agitar mi respiración y a volverse malditamente insoportable.
La empezaba a extrañar.
Mi cuerpo yacía sobre aquella desarreglada cama.
La luz apagada, las gotas de lluvia chocando en mi pequeña ventana y los reflejos acristalados que con la ayuda de la luz de la farola, se colaba dentro de mi habitación.
Encendí el movil, coloqué mi clave de cinco dígitos de siempre y accedí a mis contactos. Busqué la sección de la letra "L".
_Laura_
Llamar Enviar mensaje
Mordí el interior de mi labio inferior, mi dedo se mantenía estático sobre aquellas dos opciones, esperando recibir la inevitable señal que provendría de mi indeciso cerebro.
Cerré los ojos fuertemente, inhalé aquel aire helado que me envolvía, lo retuve en mis pulmones y lo expulsé sin más.
Llamar
Marcando...
Presioné el altavóz y coloqué el movil sobre mi pecho.
El desesperante y monótono sonido que vibraba sobre mí, empezaba a enloquecerme.
¡Maldita sea, contesta!
—¿John? —Su voz tranquila y despreocupada se proyectó por aquel dispositivo, helandome la sangre.
—Hola, ¿estás bien? —respondí con la voz algo nerviosa.
—Si, me preparé una taza de té y ordené algo de pezcado crudo envuelto en algas. Ya sabes, lo usual.
Sonreí a labios cerrados
—Me extrañas, ¿no es así? —completó con tono auto-alagador.
—¡Con todas mis malditas fuerzas!, créeme, es casi media noche, mañana hay instituto y tu perfume está por todos lados. ¡Necesito ayuda! —confesé mientras cubría mis ojos con una de mis manos.
Tu delicada risa inundó la habitación, dandose paso a enamorar a mis oídos de una manera jodidamente inevitable.
—Tranquilo John, ahora de Reeves. Mañana después de clase, podemos ir a comer un poco de, ¿cómo le dicen a eso?, ¿pizza?, o podemos hacer algo que los novios de nuestra edad hacen. Déjalo a mi—sugirió inocentemente y mi sonrisa de idiota empezaba a tatuarse con sus palabras más y más.
—Deberás disculparme esta vez, pero, odio la pizza, en todos sus modelos y colores —advertí.
—¿Hablas enserio? —preguntó con un tono algo incrédulo— maldita sea menos mal, pensé que te gustaba y la idea de verte devorandola me empezaba a revolver el estómago.
—¿Qué tal comida china? —sugerí mientras llevaba mis brazos justo a abajo de mi cabeza, empezándolos a usar como almohada.
—Nunca la he probado.
—Siempre hay una primera vez para todo —insinué al instante.
—Y tu más que nadie lo sabe, ¿o no John? —su pícara risa sazonó su respuesta.
Mi garganta se secó y sentí un pequeño ardor sobre mis mejillas.
—Eres toda una pervertida, ¿Te lo han dicho?
—Nunca del chico que me quitó la virginidad —señaló, después de dar un par de sorbos, quizá a su té.
—Estamos hablando de comida Laura, no mezcles las cosas —reprendí con algo de tu sazón pícara.
Tu risa coqueta apareció de nuevo.
—Pues de hecho tú eres mi comida favorita John, ¿te lo he dicho?
¡Por Dios!, ¿acaso quieres que me de un infarto?
—No soy tan comestible hermosa. Encontrarás en mí mas bien un sabor a vainilla y capuccino con soda helada —aclaré.
—De hecho sabes a menta y a nerviosismo. Una delicia sin duda.
—¿A si? Pues tú a salsa de soya y a sensualidad, con algo de "pervertividad" —apunté mientras tomaba el movil de mi pecho, quitando el altavoz y llevando la bocina a mi oreja— debo aceptar que es un sabor adictivo.
—¿Pervertividad?, eso ni si quiera existe John.
Laura me tenía completamente enamorado. No me importaba terminar todo el plan de datos de mi celular, no me importaba el adoptar un par de desvelos con tal de escuchar su voz.
Su embriagante voz cual Sonata de Invierno,
El inevitable deseo de rozar mis dedos por sus mejillas, y,
El adictivo sabor de sus labios, los cuales eran tan hijos de puta que habían condenado a mi alma entera a perseguirlos.
"Labios sabor a soya y pervertividad"
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Laura
RomanceJohn Kennedy jamás debió devolver el mensaje a Laura Reeves, una pelinegra con complejo de aventurera y una extraña obsesión al sushi. Ambos planean "robar" la luna en un Porsche rojo. Aunque claro, un atraco como esos no es algo sencillo, no tan se...