Tallereo IV: Dama ocre.

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Meeeh, creo que me pasé de cursi, hay que ir a un más bello que ingenuo, según yo para evitar una calidad un tanto pusilánime en cuanto a la innovación que toque lo majestuoso y no lo fácil de decir, por más que temamos regarla más a futuro, siempre los borradores son importantes para eliminar, sustituir o adicionar lo que sirva y lo que no; como aquí que a pesar de ser una imagen ciertamente visible, algunos versos se caen con facilidad, próximamente lo retomaré para irle dando más forma.

Las tierras cálidas reclaman
lo que el sol no puede decir en tu mirada:
espejos encendidos bajo mis pies,
caminar un color campal;
musitado suelo, infértil conglomeración de heridas,
ya no arde el párpado del poniente.

Lagrimeas el horizonte, se sacude,
a punto de mojarme la cabeza,
irradia esperanza a una piel chamuscada,
aún en busca del amanecer.

Dama, eres pasión que no quema,
fuego de los llanos vencidos
ante el ojo que mira las ampollas
como viento
para reavivar la forma de su cabello,
detienes el reflejo recorrido por el cuerpo
del viajante sureño,
das al viaje estepario: bocados de llanto,
aunque deba soportar
el sudor de la sombra
en una evaporación del recuerdo.

Duelen las huellas,
parcelas en el iris distribuido en la maleza,
salvajes sueños plantados por azar,
sin poder explorar el vasto
lugar donde veo
una noche próxima, sobre nuestros cuerpos.

Pero hay melancolía descalza,
poca fauna a mi paso,
aún carezco la gracia de estos rumbos,
dichos tramos hacia esa sonrisa,
curvas pronunciadas de los riscos,
caer, rodar en un beso polvoriento,
envuelta desnudez del suspiro perdido.

No sé desde cuándo transito amor humeante:
historia consumida por tus abrazos,
los siete años de mala suerte,
las cenizas que tosen la vigilia, sedientas del destino.

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