Experimento: Cacería imprevista.

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Antiguo lamento rompe la cadena;
sonido perpetuo en hueso,
daga del tiempo, penetrado recuerdo.

Exilio en pecho amanece,
donde voces no recuerdan
cerca el punzante pasado;
crucificado en la piel
a quien exhala oprobio.

Saeta voz,
tempestad eco que indulta el silencio,
alguien esclava del secreto
escupe la encadenada pena;
culpable sombra al instante
mientras clava la incertidumbre 
su insomne luna, menguante disparo
cuya punta se envenena por enigmas, 
preguntas en arqueada lengua que aún tensa
apunta sílaba mortal al que ya predice la frase
resignado ante dicha mirada tortuosa
de aquella que sin remedio tira sin ver
y malditamente atina al miedo
que jamás calla y silba borboteante
primer grito del cazado.

Ojo astro,
aciago párpado de luz ardiente
explota a llanto perpendicular
ráfaga de rumor dantesco y seco
al fuego trémulo hace inquisidor
durante mediodía ese instante,
a dicho flamazo frío o tenue hastío
incapaz de turbar llanto del solitario vencido.

De verdad ciega a ese alguien, herida en brazo
certera repetición de sílabas;
palabra indeleble aunque llueva 
la fiereza del que responde al pasto
donde recién invocado cae moribundo
una vez brizna y pierde el norte,

Y no huye mientras alarido el trueno
a rastras toma el rictus y tras media vuelta
se vuelve para no ser otra vez oído
sin expresión obvia, ni canto funesto
lleno de haces y agujeros tocando
su huella última si acaso dio un paso
cuando al suelo extravió el peso de la vestidura,
frágil mármol casi ruina;

quebradiza blancura hecha carne,
hoguera de la sangre, ahora propenso suicida,
sospechoso ahorcado antes de existir la soga
y el nudo apretado en venas
según disfraza el quejido de risa,
anegada en honda ignominia,
grávido de nostalgia contenida
mientras afila su hueso, recrea la traición con lo poco restante
de sí, mientras ella mira excitada
y horroriza cuando él considera
no decir la agonía con viril golpe,
feroz falo a la suave doncella que mira
rosada de pena echada abajo la falda
en espera de verlo repuesto
ávido por venganza y celos.

Pero no abre cielo, piernas ni lame herida o sexo,
ciertamente, furioso, débil
enfermo hecho pedazos tras el asombro,
guarda la lengua, gran espada
tras en el suelo ensuciarlas con tierra, no sangre,
mira perdido horizonte suficiente:
el rayo cae y del ruido alumbrado el cielo
por un momento amanece su delirio
y absorto o más bien quieto
la hice libre.

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