Borrador V: Regalo Portuario.

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Alguna vez confesaste no conocer el mar,
vaivén encerrado en nuestro ojo
harto de verlo,
mientras se comprime un párpado de arena caliente
al recorrer bahías solitarias sin marejadas a punto de sumergir el iris, expandida profundidad de riscos desnucados
hasta el atardecer, y codiciar un obsequio diluido
en la mirada de iras remotas.

Salitre distante
que la isla baldía escupió al horizonte,
los castillos deformes
erigidos por esa visión violenta, cínica marea, una prometida orilla se derrumba en mi palma.

Relucen las aves su crepúsculo; balanceo de viento resopla
el océano quemado en posesión del desgranado escenario frente a nosotros.

Frágil herida sobre los velos de sal,
la espumosa silueta surge,
despliega los dedos,
izo una blancura sobre una mampostería solitaria,
arenisca, cubetas y juguetes de playa...
contempla el paisaje vedado.
Soy yo, esta mano extendida que echa a volar sus revelaciones,
la verdad acerca de por qué nada encalla en mí.

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