Vida En El Tintero.

Borrador VI: Campanas y mariposas (prosa).

Escrito a los 14 años, a su momento hacía un experimento abstracto de comparación entre lo orgánico e inorgánico (cosa que pienso retomar en la posteridad y ya he retomado), tomando únicamente como nexo el aire, el movimiento o reposo en lo que sería por mucho mi estación preferida del año: el otoño. Un intento cifrado e incompleto de una introspección cuyo mensaje pretendía la sencillez, cosa que debido a mi poca orientación o control sobre lo que quería decir y lo que obtenía (aún más que en la actualidad) me hace alejarme de lo concebido. Quizá algunos podrían decir que puede que lo haya hecho a propósito pero no, no tenía idea de lo que hacía exactamente en su momento ja, ja, ja. 

Recuerdos imperecederos que llenan nuestra memoria junto al hierro que hemos fundido en los huesos, la gloria y los retos logrados, suenan a lo lejos junto a estas campanas, epicentros silenciosos; zumbar del pensamiento, ensordecen la realidad con sueños mal hallados y palabras que jamás consumen el tiempo, debilitan la bravura del badajo en la migración de los sueños; oxidante que corroe la valentía perdiendo el deseo de sonorizar el clamor, desprenden herrumbres flameadas tras cada crisálida con un revestimiento metálico menos denso y más erosionable; alas de una mariposa férrea y ligereza maleable en busca del destino. Inservible es el ingenio si aún no distinguimos el inequívoco olor del óxido el cuál devora lo que alcanza del polen que marina y sazona el don de la vida en la tierra ¿Acaso hay algo que nos inhibe de bucear en remolino de pétalos metálicos, ralentizando este desgaste? Para reflejar la luz en la vida y la muerte a través del brillo sedoso que desprende un delicado olor a polen y acero, florecen las grietas del yugo que mece una migración sonora, labios propagan el llamado en medio de un revoloteo otoñal, se friccionan hasta fundirse a los huesos y formar un solo cuerpo removiendo éstas flores que ha dejado el tiempo.