Fragmentos: Claroscuras vaguedades

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Originalmente estos iban a ser parte de un libro titulado como se aprecia en la parte superior "Claroscuras vaguegades", probablemente nunca vuelva a tocarlo a pesar de que lo considero en gran medida hecho (aunque cabe recalcar que no es todo el nivel de calidad que pienso perfilar en cada cosa que hago). Podría decir que mi intención era capturar la cotidianidad del día a día en armonía con la pareja en una respectiva alcoba; una idea sencilla y no precisamente llena de originalidad: sí, pero un tanto más personal, bastante a decir verdad aunque me temo que dicho resultado no fue grato ni para mí ni mi pareja, quienes creemos que hace falta algo más de vida en esto y menos opacidad en el fuego o la luz muy a pesar del erotismo impreso en la transparencia de las ventanas. Quizá la opacidad en las imágenes sea algo recurrente en lo que muchas veces recuerdo con nostalgia pero al no ser el objetivo inicial, no pienso conformarme con este resultado, muy a pesar de que las ventanas son objeto de asombro para mí, vale de vez en cuando desistir cuando lo que se expresa no coincide con lo que se busca. Sobre todo, el hecho de que no vas a obsequiar algo que no va a gustar aunque sean palabras.

No lo hago ni lo hice pensando en un San Valentín como podría creerse, al contrario, precisamente porque creo que lo extraordinario surge de golpe en la normalidad de un frívolo día he trabajado durante un año entero en esta colección, que si bien al compartirla no planeo mostrarla completa pues hay fragmentos cuyo valor pueden ser justamente exentos por ahora de ser publicados así nada más.

Mas bien con pena pienso ahora que parezco describir una aventura cuya razón de ser parece ser más la de una utilidad de apagar la pasión; cosa irónicamente contraria completamente a lo que buscaba con bastante desesperación: la profundidad de una noche cualquiera en que a ciegas redefines y canalizas en una especie de juego sexual el poco espacio de tu lecho y a su vez los problemas recurrentes de ambos, en este discurso nada complejo de quién quiebra primero la represión del impulso y rompe las reglas del juego. Por ahora sólo fragmentos son pertinentes:

II

Dices: "nunca te esforzaste",
cuando destruyo lámparas de la infancia
y eres tú quien invoca una flama
donde la pesadilla que nunca veré
en resurrección de aquellas luces ni otras miradas;
consume una bocanada de niebla
que empaña una pena sobre la cama,
pesada hasta derretir los párpados
al avivar esta traslunada discusión.

III

En tí miro la revelación de los días,
impetuosa claridad que ciega
en grietas de una lámpara
donde difuminar un frágil cuerpo
rendido al parpadeo y su húmedo escozor,
ilumina la codicia del tacto; suave roce
en la opacidad de nuestro cuarto,
desciende hacia los confines de tu torso,
cálido, liso rumor próximo
a reventar el denso ocaso bajo mi mano.

VII

Nunca el diurno dintel de flama naciente al horizonte
alumbra un cuerpo con igual azuleza
que esta mano a punto de empuñar calor y ansia
hundida en desnudez de su carne,
fresca piel ceniza.

A pesar de luz, niebla, fuego fatuo
resueltos en quietud sobre caderas, hombros, cuello;
soy quien prende la primera lámpara del día
si ofrezco una densa palabra
que enciende una cicatriz herrada por mi aliento
con los rescoldos de aquella madrugada
y sostiene una claroscura vaguedad
en rincones donde derramar sombras
aceita la última natura del incendio:
tenue luminiscencia de voz estruendosa
con que avivo el sueño rendido en cama.


VIII

En oscuridad del camino donde los muslos unen
la suavidad del pavimento que transito con mi mano
busco la primigenia llama del mundo;
fruto del enigma incrustado en el corazón del viaje
al final de una húmeda cueva, tan estrecha
que apenas un par de dedos podrían alcanzar algún cirio
y rendirse ante aquél altar del fondo: tributo a quien tropieza ciego
en hirviente cera y petrifica deseos,
al tacto y su sigilo; estatua del que acaricia
su soledad en plena combustión tentado
por el consumado latido de otro fuego entre mis yemas.

Divina promesa al sueño concentrada en la mecha
ilumina la entrepierna donde lunares son narración rupestre
que maduramente en mi mano, devoro con labios derretidos.


IX

Soy esencia que la medianoche imperfecciona
al reventar un grito su primera niebla
ante el vacío que petrifica y quiebra,
aquella tranquilidad en el enigma
que nunca tendremos mientras pisamos
oscuros fragmentos de aquél olvido,
en otra época astro guía del silencio tendido
bajo la lengua menguante, otra palabra sin luz;
húmedo cielo abierto titila, niega lo que mi ventana translucida
hacia el exterior mientras la sombra de cortinas esfuman
aquella madrugada, una luna de vidrio bifurca
el centelleo sobre su piel y explota;
aquella madrugada se nos fundió calma y consciencia
al crujir esa claridad barata del techo.

Pero ambos, espectros vacilantes
pronunciando dicho acertijo en pedazos
filosos e imperceptibles con el presagio de huellas
que nuestras plantas saben responder,
decidimos no esperar una iridiscente resurrección de golpe
ni cambiar el deseo por más paciencia.

XV

Dile al foco que se ha equivocado
como si fuera capaz de encender la realidad
en su inadvertido desvelo;
estallar la roja madrugada
mientras aún cuelga del techo
y esparce su chispa hacia la nada del mundo,
donde recuerdo pasar una mano en el interruptor:
(click) la castidad se ha fundido.

XX

Esta mano desnuda le da nuevo sentido
al etéreo movimiento de piernas,
fricciona hasta encender el sudoroso camino
en búsqueda temblorosa, pausada;
fósforo muslo con mis dedos.

Encenderé otra estrella cuya flama
halle en el índice y medio
la excusa para eyacular el abrasador gemido
al desbordar la cera que froto en tu vientre
mientras aceites una rígida palabra
en contacto de los labios que descifran
aquella verdad fundida sangrando nuestros pies.




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