Capítulo 1

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  • Dedicado a a Diana Córdova, pues la única fan de esto, ¿no?
                                    

Lo que más odio de un instituto normal es pasar 7 horas ahí cinco días a la semana. Lo que más odio de Startford es pasar 24 horas ahí 7 días a la semana.

Te contaré más o menos lo que pasa: mamá y papá han decidido que necesito «disciplina», y que una escuela normal no hará mucho por mí. Mis padres son del rollo espiritualista y según ellos «me encontraré a mí misma en el alma del bosque». Así que, bendito Zeus, han encontrado el internado Startford, algo así como un internado-guardería-cárcel.

La noche antes de irme, un viernes, había empacado mis cosas en una pequeña maleta morada. Estaba guardando mis libros en una bolsa aparte, porque son mis reliquias. En eso, entró mi madre y se recargó en el marco de la puerta.

-¿Te ayudo? -dijo.

-No.

-No olvides pantalones.

-No.

-Y chamarras porque hace frío allá.

-Ajá.

-Y unos... Tres pares de zapatos.

-Ok.

La miré y me dedicó una sonrisa melancólica.

- Sabes que hacemos esto...

- Por mi bien -dije en un tono amargado.

- Sí.

Había acabado de empacar, cerré la maleta y me giré hacia mamá.

- Ya. Ahora, si no te molesta, quiero dormir por última vez en MI cama -dije en tono frío.

- Vendrás en vacaciones.

- Quiero disfrutar MIS últimas horas de libertad.

- No seas dramática...

Le hice una seña con la mano para que saliera y se dio la vuelta, pero a los... ¿qué? ¿2 segundos?, se dio la vuelta, corrió hacia mí y me abrazó. No, no, me asfixió.

- Está. Bien -dije con pausas porque -No. Puedo. Respirar.

Me soltó y me sonrió. Intenté devolverle la sonrisa. Se fue.

Te contaré otra cosa: creo que odio a mis padres. Simple: fingen ser los mejores padres (o al menos intentan creerse su propia mentira), pero la verdad es que les importa un comino lo que hago. Hasta ese fatídico día.

Te contaré:

Era lunes por la mañana. 7:30. Agnes, la chica..., no, la COSA más horrible en la faz de la tierra me estaba tocando los cojones otra vez.

- Dime dónde te hiciste tu tinte, ¿En el circo? ¿O el estilista era ciego? ¿O daltónico? -me dijo.

Solía burlarse de mi cabello siempre. ¿Por qué? Porque tengo varios mechones de colores. Mi cabello es bonito, y no es por ser egocéntrica, es que 9 de cada 10 personas aman mi cabello, una de cada 10 dice que mi estilista es daltónico. Adivina quién.

- Oh, cierra el pico, piernas de salami -le dije mirándola fijamente a los ojos.

- Las piernas de salami se cubren con pantalones. Ese pelo sólo con una bolsa, nos harías un favor.

-Mejor te pongo la bolsa en el culo.

Agnes rio, pero vi una chispa de odio en sus insípidos ojos marrones.

- Y -dice apartándose su cabello rubio del hombro - ¿Qué tal tu herpes? -dijo, alzando la voz.

Entonces algo dentro de mí se encendió y le di un buen puñetazo en su insípida cara de mono. Estaba encima de ella y no pude dejar de golpearla. Hasta que llegó la Señora W. y me separó de esa cosa. Lo único que alcancé a ver es que tenía sangre por todo el rostro, y sonreí. Y dirás «¡Estás enferma! ¿Cómo pudiste reírte de esa pobre golpeada?» y no sé, quizá sí estoy un poco enferma.

En fin, por ese acto me han expulsado de ahí (qué maricas) y el instituto Startford entra en la jugada.

Por cierto, para que lo sepas: no tengo herpes, ni antes ni ahora ni nunca.

StartfordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora