Capítulo 2

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Así pues, esa noche dormí mejor que ninguna otra noche, y pensé que quizá mi cuerpo me jugó una broma al hacerme dormir bien la última noche que podría hacerlo. Desperté con los ojos pegados, no los podía abrir y cuando lo logré, sentí que la divinidad de Dios me iluminaba. En pocas palabras: casi quedo ciega.

Retiré las sábanas de mí y las tiré al suelo. En esos momentos odiaba la vida, odiaba mis sábanas, mi cama, la luz y el aire que me permitía seguir con esa vida de mierda.

Me puse mi mejor ropa (la más mierda).

Mi mamá tocó la puerta y le dije que pasara, y lo hizo.

— ¿Lista?

— ¿Y si digo que no, me quedaré en lugar de ir a esa miserable escuela?

—Hija, el Fordstar…

Startford —la corregí.

—Eso…, es una buena escuela.

— Es basura.

Me miró e inclinó la cabeza, su típica expresión queriendo decir «No seas dramática», pero no lo soy.

Agarré mi maleta con brusquedad (Oh sí, ve lo enojada que estoy por enviarme a ese asilo de mierda), y pasé a lado de ella, bajé las escaleras y vi a papá. Me sonrió y le hice una mueca de disgusto.

— ¡Lista Zozo! —preguntó, aunque más bien pareció afirmación.

Te contaré otra cosa: Zozo no es mi nombre. Papá me dice así, desde quién sabe. Es como ZoeyZoey, pero sin el «ey». Según él (y sólo él) cuando tenía… 2 años me preguntaba: « ¿Cómo te llamas?», y yo, como una buena bebé idiota, respondía: Zozo.

Ni idea.

Por cierto, me llamo Zoey.

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