Capítulo 3

39 0 0
                                    

Subí al coche y lo primero que mi papá dijo fue:

— Quita esa cara, Zozo.

—Así es mi cara.

— Sé que no te gusta la idea de irte allá...

—No parece que lo sepas. Si lo supieras no me encerrarías ahí.

—Por Dios, Zoey, no es una cárcel. Es sólo una escuela 24 horas.

— O sea, una cárcel.

— No.

— Guardería.

—Basta.

— ¡No necesito disciplina!

— Golpeaste a una chica, le abriste la ceja y le tiraste varios dientes.

— ¿En serio? ¡Excelente! —dije sonriendo.

Papá me miró y casi me mata con la mirada. Arrancó el coche y miré por última vez la casa, la calle y la ciudad.

Algo que nunca puedo evitar mientras vamos por alguna carretera es pensar qué pasaría si chocamos o si salimos volando por algún barranco. En si sobreviviría yo o mi papá, u otra persona, o todos o ninguno. Y eso hacía mientras papá me llevaba a Startford. Al pasar al lado de un acantilado, ¡zaz! Imaginaba que caíamos por él. Porque era posible.

Una hora y media después llegamos a Startford. Pensándolo bien, «Startford» es una palabra muy complicada. Así que lo llamaremos «Basurero».

En fin, ya estábamos en el basurero, me despedí de papá, que cabe decir se puso muy melancólico, bajé mi maleta y fui a la... ¿Recepción? ¿Sala principal? Como sea. En la barra había una señorita, de unos 30 años, rubia. En su gafete se leía «Chloë». Vaya nombre. Me acerqué y me sonrió.

— Hola. ¿Puedo ayudarte?

— Supongo. Soy nueva. Eh, supongo que debo inscribirme o algo. Es decir, ya estoy inscrita....

— Oh, claro. ¿Me dices tu nombre, por favor? —dijo y sacó una lista.

— Zoey Bearman.

—Zoey Bearman —repitió al mismo tiempo que buscaba en la lista. —Ah, ya. Zoey Bearman, edificio C, habitación 13.

Memoricé los datos y luego me dio una llave. La del cuarto, supuse. En cuanto entré al edificio C me di cuenta de que era exclusivo de mujeres. Vaya tontería, como si los hombres nos fueran a contagiar el sida con sólo vernos. Busqué la habitación 13 y abrí la puerta. Pero había tres camas, bueno una litera y una cama individual. Me lo pensé pero al final escogí la parte superior de la litera. Pensé pegar algo en el techo como decoración. Aunque eso si, si me caía iba a valer madres.

Las sábanas y colchas de ese lugar eran terribles, la cobija era muy delgada y dudé que calentara. Olía a abandonado, como a viejo. No es que fuera desagradable, pero tampoco era agradable.

Mientras colocaba mis libros en un pequeño librero (me iba a faltar espacio) que había en esa habitación, la puerta se abrió y entró una chica con el cabello más alborotado y rojizo que haya visto. Estaba rellenita, pero no era gorda. No tanto. Entonces agradecí haber escogido la litera superior, no fuera a ser que ella la escogiera y a media noche la plataforma cayera y matara a la que esté abajo.

Me sonrió y le sonreí de vuelta.

—Veo que serás mi compañera —le dije -a menos de que sólo vengas a ver si todas las habitaciones son igual de feas.

Se rio bajito y susurró algo como «no», bueno, eso creí escuchar.

— Voy a, eh, a tomar la cama individual, si te parece bien -me dijo sin verme.

StartfordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora