Capítulo 17

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Estaba tan nerviosa. Es como si después de ese beso toda la confianza que le tenía se hubiera fragilizado. No quiero decir que se haya vuelto débil, más bien me sentía expuesta. ¿Lo recordaría? Quizá fue sólo un sueño. ¿Lo mencionará? Tal vez pare él no fue la gran cosa.

Mi cabeza daba vueltas. Caminé hacia la enfermería. La señora (un poco pasada de peso) Northbet me miró através de sus lentes anticuados.

—¿Qué duele?

—Um... la cabeza.

—Pasa.

No era tan habladora, ¿eh?

—¿Qué comiste? —preguntó.

—Eh..., nada.

Me miró con unas de esas miradas que te dicen "¿Acaso eres imbécil?". Me ruboricé.

—Quizá se deba a eso... Trata de comer algo, una galleta, no sé. Si en 4 horas te sientes igual, vuelves.

Asentí. De verdad me había vuelto imbécil.
Es lo que debes evitar cuando te atrae alguien: que te haga imbécil. Creo que ni con mi primer novio serio me puse así. El amor trabaja de formas curiosas, ¿No?
Iba por el pasillo cuando la «recepcionista» me llamó de urgencia. Caminé hasta la recepción y ella me dijo:
—Te necesitan en la dirección.
Así que fui mientras pensaba qué había hecho mal. Cuando llegué estaba la puerta abierta así que entré. Levanté la mirada y vi al director (que nunca había visto antes) y a alguien de espaldas sentado frente él. Papá.
—¿Qué ocurre?
Papá se giró y vi sus ojos vidriosos.
Me temí lo peor.
No te miento, en ese momento sentí que me estaba cayendo pero estaba de pie.
—¿Dónde está mamá?
Silencio.
Cerré los ojos.
—No... —comenzó a decir papá.
—Sólo dilo—susurré.
—Sufrió un paro cardiaco.
Me comencé a aturdir.
—Y murió —concluyó.
Mi mamá. No lo podía creer, mi mamá, ella no...
Ni siquiera podía decirlo.
—Yo vine para llevarte a casa para el funeral... Tú sabes.
Asentí.
—Voy por mis cosas.
Salí de ahí. Corrí hacia el exterior. Sentí el aire tan frío y me abracé a mí misma. Corrí hacia la roca y me acosté en ella. Comencé a llorar, demasiado fuerte diría yo.
Pasaron minutos y minutos. Había dejado de llorar y sólo temblaba un poco. Me senté en la roca y miré a mi alrededor. Todo seguía igual. Que ella haya muerto no cambió nada aquí. Me paré y fui a mi habitación. Abrí la puerta y gracias al cielo no había nadie. Saqué mi maleta morada y comencé a llevar pocas cosas. Ropa negra. Mis ojos comenzaron a empañarse de nuevo. Intenté no llorar. Metí el libro favorito de mamá: Alice in Wonderland.
Maquillaje.
La puerta se abrió. No volteé.
—¿Por qué empacas?
Lily. Al oír su voz cálida me giré, y en cuanto vio mis ojos inchados me abrazó rápidamente. Comencé a llorar fuerte.
—Murió, Lily, ella murió, mi madre —dije llorando desconsoladamente.
—lo siento tanto.
Seguimos abrazadas y en silencio.
—Me regreso a casa. Temporalmente, por unas dos semanas —suspiré—. Si te preguntan diles que me fui por un asunto personal. Sólo eso.
Asintió.
Me giré y seguí empacando.
Cuando terminé me despedí de Lily. Salí y me dirigí a la dirección. Mientras caminaba sentí que alguien tomó mi hombro y me giraba.

—¿A dónde vas? —preguntó Ansel.

Negué con la cabeza.

—¿Por qué llevas esa maleta?

—Regreso a casa.

Alzó las cejas.

—¿Ahora? ¿Por qué?

—Sólo serán por unas semanas... mi madre...

Su cara se emblandeció y asintió. Me abrazó muy fuerte. Lo abracé de vuelta. No quería llorar, era demasiado para una hora.

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