Capítulo 4

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Según esto iniciábamos clase el lunes, era sábado y el domingo era algo así como una «reunión» para «conocernos» mejor. Lo único bueno de esa reunión es que iba a ser mixta, o sea hombres y mujeres, pero ya llegaré a esa parte.

Tenía la vaga esperanza de que los chicos de ahí no estuvieran tan del asco.

En fin, lo que restaba del sábado estuvimos por ahí paseando y me di cuenta de que el Basurero era una cosa enorme. Pero tenía límite, quiero decir, tenía paredes de ladrillo rojo alrededor. Lo bueno era que para llegar a esas paredes se tenía que caminar bastante, y hacerlo en la noche era lo mejor.

Cuando eran las 7 Lily y yo regresamos a la habitación 13. Becca estaba pegando unos posters de un chico (al parecer cantante) de unos 19 años. Su nombre era, si mal no lo recuerdo, James Bortox.

— ¿Y quién es él? —preguntó Lily mientras se sentaba en su cama.

— ¿QUIÉN ES ÉL? ¿No lo conocen?

Las dos negamos con la cabeza.

— Es James Bortox —dijo Becca, se volteó hacia el póster y lo acarició.

Puse los ojos en blanco. Qué imbécil.

— Es cantante— continuó Becca— el mejor. Sus canciones son tan… — cerró los ojos y por un segundo creí que estaba teniendo un orgasmo.

— Ok. Nos vale un comino. ¿Saben si vamos a cenar?

Ambas negaron. Volví a poner los ojos en blanco y salí al pasillo porque podía jurar que en una pared vi un horario, o eso creo. Así que fui y efectivamente había un horario.

Desayuno - 8:30

Comida – 2:30

Cena – 7:20

E íbamos tarde.

Corrí de nuevo hacia la habitación, abrí la puerta y grité:

— ¡CENA 7:20, HORA 7:34!

Inmediatamente Lily y Becca salieron detrás de mí hacia el comedor.

Cuando llegamos todos estaban sentados en las mesas  charlando entre sí. Conociéndose. Era el ruido de charlas distintas confundiéndose una con la otra al punto de que no se entiende nada. Pasamos a la barra de comida. Yo tomé una quesadilla con jamón y un jugo, Lily naranjas, yogurt griego y jugo, Becca muffins y leche chocolatada.

La comida no estaba nada mal. Y también dice mucho de quien la come.

Lily: quiere cuidarse, o adelgazar, o las dos cosas.

Becca: como ya tiene buena figura le importa una mierda lo que come.

Nos sentamos en una de las bancas que estaba menos llena. Eran 10 sillas, de las 7 restantes, 4 estaban ocupadas por chicas que charlaban alegremente entre sí. Estábamos más apartadas, lo cual no nos permitía incluirnos en su plática.

— ¿Irán mañana a la tonta reunión? —pregunté.

— ¡Pero claro! —exclamó Becca, casi atragantándose —Podré conocer chicos guapos, como ese de allá —dijo señalando la mesa de la otra esquina.

Era un pedazo de plástico, básicamente. Cabello rubio, bronceado, ojos cafés oscuros y una camisa que casi se rompe por los músculos debajo de ella. Creo que simplemente no era de mi gusto, porque Becca y Lily estaban babeando. Puse los ojos en blanco otra vez.

Terminé mi desayuno y tiré la bandeja en un cubo.

Al darme la vuelta topé con alguien que me tiró sus sobras en la blusa. Sin pensarlo y sin siquiera ver quién me había convertido en una capirotada humana, grité:

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