Prólogo

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Estaban de nuevo en otra incomoda cena familiar. Su madre a la derecha de su padre, sus hermanas sentadas a su lado, y su hermano mayor junto al hombre en la cabecera.

Kongpob había llegado al último y tenía que escoger donde sentarse. Podría hacerlo junto a su hermana y dividir la mesa, o sentarse junto a su medio hermano y nivelar la tensión. Su decisión fue fácil, Kongpob tiró de la silla junto a Arthit y tomó asiento a su lado.

De inmediato fue evidente que a ninguno de sus hermanos pareció agradarles su elección de lugar para la cena.

Kongpob frunció los labios cuando Nana, su hermana mayor, le dio una ligera patada bajo la mesa.

— ¿Cómo te ha ido en la universidad, hijo?—. Su madre rompió el silencio justo cuando el mesero comenzó a servir la comida.

Kongpob sentía el ambiente tan pesado que incluso tartamudeó.

—Bi-Bien, mamá.

— ¿Nada que contar?—preguntó ella de nuevo. Kongpob sabía que era su forma de aliviar el ambiente, su madre era como él, una mujer que siempre hacia lo posible por reunir a su familia aunque esta no tuviese remedio.

—Sin novedades, mamá—, contestó Kongpob examinando el plato que habían escogido para él. Lasaña. Demasiadas especias. Algo que a él no le gustaba.

— ¿Cuándo será el viaje del que nos hablaste?—por increíble que pareciera, su padre fue quien le preguntó, y Kongpob no pudo evitar animarse.

—En tres días.

Hume, su segunda hermana, hizo un ruido sugerente.

—Y pensar que en mi generación eran más sensatos, ¿cómo es posible que dejen ir a un montón de adolescentes hormonales a un campamento?

—Hume, no es un campamento—, se quejó Kongpob al instante. 

Ahí iba de nuevo, pensó Kongpob poniendo mala cara. Hume estaba resentida con él por el accidente de la semana pasada cuando lo encontró con un chico, uno de sus amigos específicamente, ambos besándose en su habitación.

Al parecer, tener curiosidad sexual, no era una excusa valida y eso lo convertía en gay al instante. Y Hume detestaba a los homosexuales sólo porque su último novio la dejó por un hombre.

—Deja en paz a Kongpob, Hume. Es joven pero le hemos enseñado a no ser irresponsable.

Nana, como ya era usual, salió en su defensa. Hume hizo mala cara. Su segunda hermana últimamente parecía una vieja amargada, aunque sólo tuviera veintiséis años.

Kongpob les dio una sonrisa incomoda a ambas. No quería que Hume se lo dijera a su madre, no por el momento. Además, sabía que Nana sólo lo defendía porque ella había pasado por algo parecido.

—Por supuesto, aunque es irónico que seas tú precisamente quien hable de responsabilidad—, dijo Hume escogiendo las verduras para separarlas de su pasta.

Nana frunció las cejas. Kongpob se metió a la boca un trozo grande de lasaña, sólo para que no le pidieran hablar. Estaban por comenzar de nuevo. Era difícil saber si sus hermanas lo tenían planeado sólo para que la cena se acabara antes de tiempo, o si de verdad estaban molestas.

Quizá era la segunda opción. Kongpob sabía que el tema del embarazo de Nana cuando estaba por salir de la universidad seguía siendo un tema delicado. No por su edad, ella ya tenía veintitrés en ese entonces y era lo bastante madura para querer tener hijos, en realidad, lo que causó el alboroto, fue haberse embarazado de su profesor.

— ¿Qué me dices tú, hijo?—. De nuevo la voz de su padre. Kongpob no se perdió de la tensión que hubo en la quijada del hombre a su lado, su medio hermano. — ¿Cómo va todo en el trabajo, Arthit?

Podría ser menos complicadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora