Capítulo 12

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10 meses antes

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KONGPOB

Después de que la tía de su madre muriera, una mujer a la que tenía años sin ver y ni si quiera recordaba, su madre cambió.

Al parecer, la muerte era un incentivo suficientemente alto para enseñarles a las personas que no siempre se tendría la compañía de sus seres queridos. Y que por ello debía apreciarse cada pequeño momento. Por ello, en cuanto su padre terminó sus negocios en el extranjero. Fah canceló su viaje a París y obligó a Nana y Hume a que volvieran a pasar unos días en aquella casa a la que ya ninguno llamaba hogar. Su madre incluso había extendido la invitación de su preciosa cena estrictamente familiar a acompañantes. Aunque eso no fue ningún cambio radical para Kongpob porque él no tenía a nadie a quien invitar.

Y por supuesto, toda su familia era, toda. Eso incluía a Arthit, su hermano mayor, y al que no había visto desde ese accidente en su departamento cuando había entrado a hurtadillas a su departamento y escuchado a escondidas.

Diez días habían pasado después de aquella ocasión. Y por más que Kongpob trató de enfrentarlo, Arthit nunca devolvió sus llamadas. Incluso descubrió, justo dos días después, que su hermano volvió a mudarse, convirtiéndose desde ese día en alguien imposible de contactar. Y Earth se unió al fatídico club de amigos de su hermano quienes solían poner siempre la misma excusa. Diciéndole que Arthit estaba fuera en un viaje de negocios.

Pero, vamos. Arthit era sólo un hombre de oficina, no el rey de Tailandia.

Kongpob esperó en silencio a que llegaran sus padres al restaurante acordado. Viendo sin parar a la entrada desde la mesa reservada por su madre con antelación, y mirando alrededor en busca de algún rostro conocido.

Ese día iba a volver a verlo. Volvería a ver a Arthit a la cara y, en definitiva, iba a hacer que Arthit al fin le hablara. Porque, aunque su hermano siempre buscaba una excusa para rechazarlo a él, a su madre y a sus hermanas, era inusualmente débil a las peticiones de su padre. Y ya que el hombre llevaba cerca de seis meses en el extranjero, Kongpob imaginaba que su hermano mayor no le negaría una cena familiar.

Kongpob había cometido el error de esperar y tomarse un día para enfriar su mente después de huir como un cobarde en cuanto Arthit gimió su nombre. Incluso ignoró dos de sus llamadas por seguir confundido. Una decisión de la que se arrepintió.

Arthit, su hermano, siempre fue un hombre difícil de entender. Alguien que sin explicación alguna se alejaba con facilidad de los demás.

Que nunca daba la cara. Que huía.

Alguien que nunca le abría su corazón a nadie.

Kongpob suspiró.

Aunque también estaba esperanzado en la posibilidad de que su hermano ni siquiera estuviese enterado de aquel infortunio accidente, y que él fuera el único que se pasó esos diez días enteros comiéndose la cabeza para encontrar una explicación lógica a lo que había escuchado. Pero cuando llegó el momento de verlo de nuevo, no creyó que su encuentro fuera de esa forma.

Su familia se había reunido en un hotel junto a la playa, por lo que todos iban vestidos en ropa casual y cómoda. Kongpob había comprado una de esas playeras hawaianas de moda, y un par de sandalias para la ocasión. Incluso se sentía cómodo de que por una vez su familia no luciera tan rígida en trajes elegantes.

Kongpob se puso de pie cuando vio a sus padres entrar, le dio un abrazo y un beso en la mejilla a ambos y los inundó de preguntas. Hume y Nana llegaron poco después, Nana llevaba a su hija en brazos y su novio, su profesor de universidad con el que aún no formalizaba, iba detrás de ella. Hume llegó minutos después con un chico de aspecto rígido al que difícilmente se le podría sacar una sonrisa. Pero incluso así, la atmósfera agradable de ese lugar no desapareció hasta que Arthit entró con una mujer tomada de su brazo.

Podría ser menos complicadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora