Capítulo 14

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3 meses antes

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ARTHIT

Se suponía que la música clásica llenaría el comedor. En una pequeña plataforma había dos mujeres y un hombre acomodando sus instrumentos de cuerda, mientras todos esperaban a que mágica melodía los envolviera. Algunos seguían conversando entre ellos, pero la mayoría comenzó a elegir un lugar donde sentarse.

Arthit no hizo más que observar a la distancia todos esos rostros de personas a las que apenas y recordaba.

Su padre era el único hijo varón de su abuela y a quien ella más preferencia le daba, por lo que era de esperarse que su lugar fuera justo a su lado, y eso significaba, que tanto como Fah y sus hermanas también ocuparían un lugar en mesa cercana al centro.

Arthit era realista, sabía que su abuela estaba por morir. No le quedaban muchos años más de vida, y era evidente que sus hijos lo sabían. Qué todos ahí lo sabían.

— ¿Nos sentamos? —preguntó Namtan poniéndose de puntillas para susurrarle al oído. —O mejor dicho, ¿dónde nos sentamos?

Arthit se encogió de hombros.

—No tenemos elección. Debe ser en la misma mesa que Fah, ya sabes, soy su hijo mayor.

Namtan levantó una ceja con aspecto curioso.

— ¿En qué año estamos? ¿El siglo XIX?

Arthit no pudo creer que sintió ganas de reír.

—Bien. Rectifico. Mi padre me matará si no me siento junto a ellos. Seguramente creerá que es un desprecio para mi madrastra, así que, en pocas palabras, no tenemos elección—Arthit le dirigió una mirada divertida. — ¿Mejor?

—Mejor—Namtan le sonrió amplió antes de hacerle otra pregunta. —Oye, Arthit, ¿no te parece extraño que no hayamos visto a tu hermano?

En realidad, esa pregunta ni siquiera era necesaria. Por supuesto que Arthit ya lo había notado.

Su hermano menor no estaba por ninguna parte. Arthit había pasado gran parte de su tiempo buscándolo con la mirada. Aunque, en realidad, no verlo, debía ser lo mejor para él.

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KONGPOB

Kongpob nunca había estado tan nervioso en una cena familiar. Sus manos estaban sudando al volante a pesar de tener el aire acondicionado encendido.

Estaba atrasado. Y él odiaba llegar tarde. Más en una ocasión como esa.

El cumpleaños de su abuela.

Esa señora que cada vez que podía se aseguraba de hacer algún comentario despectivo sobre su color de piel sólo por no haber heredado la tez blanca de su padre y sus hermanos. Una anciana amargada que hacía comentarios vulgares acerca de su madre cada vez que podía a pesar de presumir de su clase alta.

Esa misma mujer. Su abuela.

Y aunque cuando Kongpob tenía seis años, cuando la conoció, creyó que sólo a él no lo quería, a los quince se dio cuenta de que estaba equivocado.

Kongpob no era del agrado de su abuela no sólo por parecerse a su madre. Su piel tostada y labios gruesos no eran el problema. Esas características físicas simplemente le daban unos puntos extra de desprecio. Era el hecho de ser hijo de Fah.

Porque si existía algo que su abuela odiara más que visitar su casa, era a su madre.

Entonces, ¿qué hacía ahí, manejando por una carretera en medio de la nada hacia su casa en el campo? ¿Por qué el esfuerzo?

Podría ser menos complicadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora