Capítulo 6

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4 años antes

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KONGPOB

Kongpob no estaba orgulloso de sus acciones, al contrario, se sentía terriblemente infantil por huir de la casa de sus padres. Así que se repitió a si mismo que ellos no le habían dejado otra salida hasta que estuvo completamente convencido.

De un momento a otro había huido de su casa sin un paraguas, ni suficiente dinero para tomar un taxi. Teniendo que recurrir al autobús y a caminar unas cuantas cuadras en medio de la noche.

Así que ahí estaba, vestido con un saco y pantalones crema, cubierto de lodo y empapado de la lluvia torrencial que caía furiosamente fuera del edificio. Ahí como un perro callejero y abandonado, con el puño levantado a centímetros de la puerta de su hermano mayor.

Kongpob apretó con más fuerza el puño hasta que su piel palideció. Estaba temblando, y un charco enorme, hecho del agua que escurría de sus ropas, comenzaba a formarse bajo sus pies.

No se atrevió. Kongpob se mordió los labios y bajó el puño, quedándose de pie con ambos brazos a sus costados.

No había visto a su hermano mayor desde que Arthit comenzó a trabajar en la empresa de su padre, acompañándolo todo el tiempo al extranjero y visitando cada vez menos la casa de sus padres. Pero seguía siendo familia, ¿cierto?

Kongpob suspiró, su teléfono celular estaba muerto, y sus ánimos también. Miró hacia una esquina y se acercó tentativamente a ese lugar junto a una maseta decorativa. Se agachó y dejó que su espalda se deslizara por la pared hasta que se sentó en el suelo. Quizá su hermano ni siquiera estaba ahí. Y sólo estaba dudando frente a un departamento vacío. Ya ahí, con el corazón destrozado y la mente ocupada pensando en lo que acababa de pasar, sostuvo sus rodillas con fuerza y escondió el rostro entre sus brazos.

No supo en qué momento, ni si pasaron horas o incluso minutos, pero cuando se decidió en levantarse y sacudirse la miseria de su cuerpo, la puerta del departamento frente a él se abrió lentamente. En pocos segundos un hombre en pijama, con los ojos levemente hinchados y cabello alborotado apareció de entre la oscuridad del interior.

Kongpob no dijo nada. Él se puso de pie mientras le dedicaba una sonrisa nerviosa a su hermano. En ocasiones podía olvidar que él era mayor, justo en ese momento, a pesar de su diferencia de edad, Arthit parecía tan joven como Kongpob.

Los labios de Arthit se abrieron, su voz ronca temblaba, y se veía demasiado asustado. Casi indefenso.

Kongpob dio un paso hacia adelante, Arthit retrocedió.

—¿Kong...Kongpob?

Kongpob se dio cuenta del miedo reprimido en la voz de Arthit, y atribuyó su reacción a su posible apariencia tan desastrosa. Posiblemente su hermano estaba preguntándose que, hacia ahí su hermano menor cubierto de lodo, empapado hasta los zapatos y agazapado en una esquina poco iluminada.

Arthit lo observaba tan detenimiento como si el tiempo fuera infinito. Pero, aunque Kongpob estaba avergonzado por interrumpir en medio de la noche, comenzaba a tener frio, y la corriente del aire acondicionado del pasillo estaba helando sus huesos.

Kongpob se aclaró la garganta, esperando a que su hermano saliera del trance en el que estaba sumergido.

—Hola, P'Arthit.

Fue instantáneo. El rostro de Arthit pasó de lucir completamente indefenso a tensar cada musculo en él. Sus mejillas, que habían adquirido un sutil tono rojizo, fueron un contraste con la sonrisa burlona y derrotada que apareció en su rostro. Como si todo el peso del mundo acabase de caer en sus hombros.

Podría ser menos complicadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora