Bᴜᴇɴᴀs ɴᴏᴄʜᴇs, ɴɪɴ̃ᴏs

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No era exactamente su primera noche como esposos, puesto que los papeles habían sido firmados con anterioridad, pero si era la primera noche tras oficialmente estar casados en que sus cuerpos se unirían de aquel modo físico y espiritual. 


Sus pequeños estaban exhaustos después de tanto bailar y correr, durmiendo en una misma cama y seguramente soñando con otro día de aventuras. Cada uno recibió su beso de buenas noches, la obscuridad del cielo y la intimidad de la luna era solamente de los adultos ahora. 


Los besos del mayor eran una mezcla de ansias y dedicación, sus manos se desprendían de la ropa con impaciencia mientras sus labios intentaban robar el alma de su esposo y nunca dejarlo ir. El otro tenía un ritmo todavía más incesante, porque mientras Taeyong luchaba contra el deseo carnal, Doyoung no se preocupaba en reprender su voz ni las caricias que sus manos repartían en el definido cuerpo de su compañero eterno. 


No era la primera vez, pero era la primera noche en que, unidos de un modo único entre ellos, saben que cada roce y suspiro es una promesa más de amor. 


Los labios del pelinegro quieren devorar, los del pelirojo marcar piel. Caen en la cama y no encuentran un sólo segundo para detenerse y respirar, sólo quieren más, más y más. Más contacto de sus pechos que suben y bajan agitados, más sonidos dulces de sus gargantas rasposas, más tirones de cabello y marcas de uñas y dientes y manos. 


— Joder, Doyoung... —El cuerpo bajo suyo se siente como terciopelo, pero curiosamente, tampoco tan frágil como para romperse si usa más fuerza, lo cual sin duda hará a medida que los segundos y minutos transcurran.— Te amo. —Murmura sosteniendo su cintura mientras sus caderas se mueven, su cuerpo quiere estar tan cerca, tanto que no exista distancia entre sus corazones y almas. 


— Taeyong, amor. —Sus belfos una vez más se encuentran, beben de los sentimientos del otro cuales fuentes de la juventud porque ese amor los mantendrá vivos por tantos años. 


Es una tormenta en medio del océano, las oleas son violentas y no dan tregua; son los rayos del sol abrasadores que lo queman todo con vil intensidad; sus voces quieren mitigarse por temor a despertar a los pequeños querubines, pero es tan complicado cuando el vigor de su noche apasionada les reclama todo cuanto hay en ellos.


— Mírame. —Reclama el más bajo, buscando la mirada nublada de su esposo, junta sus frentes cuando las embestidas están indicándole que se acercan al clímax.— Por dios, te amo tanto, ¿Lo sabes?


— Lo sé. —Una sonrisa logra escaparse del pelinegro, se encuentra en la gloria, sus manos sostienen la espalda del contrario como si fuera su ancla a la realidad.— Te amo, por favor nunca te vayas, sé siempre mío.


— Siempre, Doyoung. —Enuncia con brasas en cada sílaba, los quema, les dejará una marca, pero no duele, sólo les recuerda la promesa que se han hecho.


Callan sus nombres en los labios del otro, la noche es joven, aún tienen tanto amor por obsequiarse. 



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Intentando retratar las relaciones sexuales de manera poética, oh si. ¿Es tonto? No lo sé, quería hacerlo, perdón x tanto.

Me siento tan emocional porque el dotae todo lo puede en mi¿ ¡Nos vemos en unos días! Espero que este capítulo les haya gustado. ~

ELLOS   ↳   DotaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora