CAPÍTULO 3

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Hoy me sentía con más ánimos. Mi alarma fue desactivada antes de tiempo, eso era algo nuevo.
Me levanté e hice mis cosas como todos los días. Me metí a darme un baño con agua caliente, era una sensación tan agradable, me preguntaba el porqué hay personas que no le agradan tal cosa.

Me vestí cómodamente con un polo de manga larga y unos jeans negros, tomé el aparato y como siempre, lo coloqué en mi garganta. Miré el espejo y noté mis ojos. Vaya... Me sentía avergonzado.

Ignoré tal cosa y tomé las llaves del departamento y salí de ahí. Caminé por el pasillo con alfombra y en mi camino me encontré al anciano que repartía los correos a cada huésped.

─Joven Min Yoongi─ me dijo con su voz ronca y me detuve a escucharlo atento ─Le ha llegado un correo. Parece urgente.─ me lo entregó y me dediqué a mirar el sobre. Le hice una reverencia y él siguió su camino.

Lo abrí ahí mismo y suspiré al leerlo.

<<Esto me quitará tiempo...>> pensé y volví a suspirar. Esto no era urgente, pero define mi responsabilidad.

...

Cuando llegué, me percaté de las sillas vacías, era normal que llegara antes que ellos. Ahora me pongo a pensar que no podré verlos hoy, tenía un inconveniente no tan urgente.

Ahora me tocaba pedir un café para ir tomando en el camino. Ya empezaba a sentirme raro, sólo lo he visto dos días.

Me acerqué a la barra, pero no había nadie. El mesero Seokjin estaba atendiendo a los que estaban en las mesas, pero en la barra había una pequeña campana que antes no la había visto.

Toqué dos veces y casi al instante salió un chico de cabellos castaños. Tenía un delantal color café, una boina y unos lentes redondos.

Se acercó a la caja para que pueda atenderme.

─¿qué va a llevar?─ su voz era gruesa, incluso más que la mía.

Un americano─ cuando "hablé", sus ojos se abrieron y puso una cara tan chistosa. Estaba sorprendido y no me dejó de mirar.
¿que te pasa? ─ le volví a decir.

─Ah... ¿Eres mudo?─ preguntó lo obvio. Estaba por decirle mis quejas cuando llegó Seokjin.

─Por Dios, Taehyung, ten más respeto─ le dijo y lo quitó de su puesto ─vete, anda. Revisa las frutillas.─ le ordenó.

─Si, este... Yo- lo siento─ se disculpó haciendo esa reverencia. Después éste se fue por donde vino.

─lo siento mucho por eso.... Dígame su orden─ le dije mi pedido por segunda vez y este tecleo en la computadora. ─¿algo más?─ me quedé callado un momento.

<<¿algo más? Tal vez...>>

Ah... Si─ miré un pequeño menú que estaba a lado de la caja ─Quizás... Un pastelillo dulce de fresa ─ este lo agregó a la orden. Le pagué y este se fue a la parte trasera diciéndome que en unos minutos me traía mi pedido. Esperé un poco y en eso escuché la conversación ajena de los clientes a lado mío. Decían sobre recetas caseras para aliviar dolores de espalda, era un tema de conversación típica en los abuelos cuando tenían dolores musculares.
Otros por ahí se daban de comer mutuamente... Como parejas de años. Otros sólo estaban... Solos.

Me dediqué a mirar cada mesa y quiénes estaban ahí. Todos con rostros cansados, pero estaban conversando feliz. A algunos les calculaba la edad de los 70 años y otros de 40, no era muy bueno adivinando las edades.

En un momento más, los chicos que tanto alegran el día llegaron. Esta vez Hoseok iba agarrado de la mano de su amigo, sin quejas ahora. Era muy lindo cuando sólo obedece y mantiene su mirada en el suelo.

Pasaron justo detrás mío. Su aroma inundó mis fosas nasales.

<<Huele a vainilla...>> Pensé en ese instante. Miré de reojo y noté que Hoseok tenía herida la mejilla, traté de no darle importancia. La mesa no estaba lejos de la barra, puede escuchar todo.

─¿qué me recomiendas comer ahora?─ dijo su amigo.

─Ah... No lo sé. Hemos comido de todo aquí─ le respondió Hoseok. Su amigo se quedó un momento callado. Miraba algo.

─Oh, Hoseok, la señora Yang está sola─ pude escuchar su murmuro.

Sonrisas se levantó de su asiento y le extendió la mano para que fuera llevado a aquella mesa donde yacía la señora mencionada.

─Aquí tiene─. Regresé mi vista al instante cuando escuché la voz del mesero. Me entregó todo lo que había pedido. Mi americano y una caja donde venía el pequeño pastel. ─Gracias por su compra, que tenga un buen día─. Antes de que se fuera, levanté mi mano para que tuviera una pausa para escucharme.

Dale esto al chico Hoseok. No digas quién fue el que lo envío─ ese chico parecía entenderme a la perfección.

─No te preocupes, es común que le entreguemos ciertos regalos a estas personas de aquí. Guardaré tu secreto─ me dijo ─Que tenga un buen día─ me sonrió y me retiré del lugar.

Lo que había hecho, era para mantenerlo en secreto. Le compré un pastelillo a un chico desconocido, eso nunca me lo había imaginado en mi vida.

¿Que me estaba pasando? Ese pequeño café para ancianos me estaba haciendo mal.
Yo, comprando cosas dulces, para un chico que tenía una de las mejores sonrisas que haya visto, unos ojos brillantemente únicos, su manera de hablar con esa singular risa, esa forma tan torpe al caminar....

<<...Demonios...>>



𝕊𝕚𝕟 𝕧𝕖𝕣. 𝕊𝕚𝕟 𝕙𝕒𝕓𝕝𝕒𝕣.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora