CAPÍTULO 17

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Después de tanto sufrir esperando por ese chico que había entrado a esa clínica, Namjoon me dijo que era hora de volver. Mi pecho subía y bajaba veloz mientras iba a la delantera por ese pasillo. Yo era quien más anhelaba verlo.

La señora volvió a verme, pero su rostro parecía expresar tristeza. Estaba confundido. No sabía la razón de aquello.

En cuanto un sollozo entró a mis oídos, me paralicé en segundos. Venía de esa puerta.

Namjoon entró al final y suspiró con pesadez, este se sentó en uno de los sofás de espera. Mi cabeza estaba llena de preguntas, y al mismo tiempo lleno de miedo por saber las respuestas. Estaba muy nervioso, muy impaciente por ese chico.

Quedé estático enfrente de aquella puerta de madera negra. Esos sollozos destruían mi ser como balas de plomo.

Se detuvo ese sonido y todo volvió a ser seco y frío. Estaba en silencio.
De repente se abrió la puerta mostrando un señor muy triste.

—Namjoon— llamó al joven que estaba sentado —Entra en momento, por favor— le dijo. El chico mencionado se levantó y puso una mano en mi hombro.

—Espera aquí un momento, no tardamos— y se metió al consultorio. Quedé yo solo afuera. Volviendo a esa intranquilidad en medio de la espera.

Fueron los minutos más horribles de mi vida. Solo podía pensar en Hoseok y lo triste que estaba. Quería entrar y sostener su rostro, decirle cuanto lo amo y cuanto lo apoyo. Pero era difícil en ese momento.
Me sentía un poco inútil. No podía hacer nada.

Quizá sólo pasó media hora, pero fue tan largo y lenta como la densidad de la miel.

La puerta se abrió de nuevo y clavé mi vista en todo lo que pude. El doctor fue quien abrió la puerta y permitía el paso a Namjoon y detrás de este, estaba el tan esperado chico.

Por la luz tenue no logré ver su rostro con claridad, pero su respiración estaba desordenada. Namjoon le daba las gracias a ese doctor y sostenía la mano delgada de Hoseok.
Me acerqué a él y este de inmediato me identificó.

Sostuve su rostro en mis manos, viendo sus lindos ojos cerrados, sus pestañas eran hermosas, tenían restos de lágrimas que con gusto limpié.
Este me dio un abrazo necesitado. Rodeó mi cuello junto con el parlante con sus largos y delgados brazos. Acaricié su espalda y le di tiernos besos de consuelo en su mejilla.

Namjoon estaba sonriendo mientras nos veía.

—No sé quién eres — dijo el doctor dirigiéndose a mí —pero viéndote justo ahora, entiendo que eres su nuevo apoyo. Uno muy grande—.

Si. Lo era. Pará mí, eso era el honor más hermoso de la vida. Agradecía tanto tener a ese chico en mis brazos, quien confiaba en mí y me brindaba paz y compañía. Asentí en respuesta.

Hoseok no dijo nada. Daba pequeños espasmos y su respiración entrecortada me confirmaba aquello que pensaba hace un buen rato.
Estaba seguro que había recibido una noticia fatal, pero ese chico quería sentirse fuerte delante de mí. Yo no quería que fingiera que no le dolió, pues sé que mi Hoseok no era el más fuerte hombre.

Namjoon y el otro señor hablaron un poco más, sus murmuros se escuchaban y después se unió la mujer a esa conversación.

No le di mucha importancia, pues tenía a mi chico en brazos, siendo el más débil de la sala. Mi pecho estaba tan apretado que solo quería tenerlo encerrado en una cajita de cristal grueso para protegerlo.

Namjoon hizo una señal de que era momento de irnos. Inicié el camino, pero Hoseok estaba tan débil que ni siquiera quería caminar. Estaba en silencio aferrándose a mí, y me imaginaba que no quería que el tiempo avanzara.
Suspiré mirando a Namjoon por encima del hombro de Hoseok y este se dio cuenta de la situación.

𝕊𝕚𝕟 𝕧𝕖𝕣. 𝕊𝕚𝕟 𝕙𝕒𝕓𝕝𝕒𝕣.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora