CAPITULO 4

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Pasó unos cuatro días desde que le compré ese pequeño pastel a ese chico Hoseok. No he vuelto a ir a la cafetería desde ese entonces, sentía pena volver a mirarlo. De seguro su amigo se dio cuenta. Que vergüenza.

Decidí tomar un café en otros lados, había muchas cafeterías en esta ciudad, pero ninguna me brindaba paz. En el resto de las demás asistían de todo tipo, me molestaba mucho. Niños gritando, adolescentes groseros, adultos discutiendo... A nadie le agrada eso.

Ahora mismo me encontraba comprando uno de esos exquisitos cafés para ir al parque y ver más niños mocosos. Tenía tiempo suficiente antes de partir a casa, mi aburrida y solitaria casa.

<<¿Debería comprar una mascota?>> me pregunté.

He estado sólo desde que mi padre insistió en hacerme independiente, vaya que ya ha pasado mucho tiempo desde ese día. Extraño el café de mamá. El aroma de la comida recién hecha. El perfume del suavizante. Las pláticas motivadoras. Quizás extraño más de lo debido.

Tomé un trago más de ese vaso lleno de café caliente, miré los árboles verdes que se movían como el viento quería, el sol estaba radiante pero no hacía el calor característico de un verano. El cambio climático es una de las cosas más alarmantes del planeta, pero nadie hace caso a esas cosas.

Me levanté en cuanto una señora se acercó a tomar un descanso con sus... ¿5 hijos? Vaya... Le entregué una banca completa para esas 5 criaturas.

Caminé un rato más por el parque, era ruidoso pero el viento era calmante. En cuanto me terminé el café busqué un cesto de basura y salí de ahí en un abrir y cerrar de ojos.

Las calles estaban intranquilas, muchos autos tocando su claxon, los comerciales de esas grandes pantallas, esos puestos de comida callejera, era un caos completo.

Pasé por varias tiendas, pero en sólo una me detuve. Si, parecía tranquila incluso diría muy refrescante por la cantidad de plantas y flores que había ahí. Todas eran distintas y el aroma era asombroso.

─¡Buen día! ¿Le gusta algo?─ me sorprendió un niño con un delantal negro. Yo sólo me digne a verlo y desviar mi mirada hacia los tulipanes morados que estaban arriba, en una maceta colgante. Volví a verlo y este rápidamente miró otra parte. Entré sin preguntar e inmediatamente me encontré a un chico con mejillas regordetas, tenía unos labios gruesos y una pequeña nariz. Este al instante me dio la bienvenida y me preguntó lo mismo que el niño de la entrada.

Miré mis alrededores y veía todo tipo de flores, era más evidente el aroma aquí adentro que afuera.

Quiero...─ empecé a decir ─flores hermosas, con el aroma más delicioso de todos─. Me sentí exigente. El joven se puso un rato en silencio, trataba de analizar mi orden.

─Tengo lo que usted quiere─ dijo y se fue por una puerta que estaba repleta de ramas de teléfonos. En pocos minutos llegó con una sola flor algo grande, una con un bello color blanco ─Estas flores se llaman lirios, no es común que se encuentren en este lugar sabes─ me acercó la flor y yo la tomé de su tallo, con inseguridad comprobé su olor característico. Era asombroso.

El joven me observó con una sonrisa amplia, él se dio cuenta de mi total asombro.

─¿son para su novia?─

¿Qué clase de pregunta había hecho? Mi rostro lo sentí caliente. Lo negué de inmediato. Sentía vergüenza porque no tenía ninguna... Novia..

─No se ponga así, es normal que un hombre le compre flores a su pareja. Lo decía porque hay un descuento en la compra de un ramo de flores exóticas para parejas, no es que le esté diciendo que este sólo, es que...

𝕊𝕚𝕟 𝕧𝕖𝕣. 𝕊𝕚𝕟 𝕙𝕒𝕓𝕝𝕒𝕣.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora