SURCOS

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Recuerdo y revivo la tarde
de ese otoño primerizo
en que bajo la hojarasca
caí en el candor de tu hechizo.

Tumbados sobre la hierba
mirándonos a los ojos
como enamorados tontos
confesiones nos hicimos...

¿Cuál fue el detonante?
Seguramente fue ese beso;
a éste siguieron cariños
levanté yo tu vestido...

Resistías, temerosa,
y al mismo tiempo cedías;
no supe cómo quererte
ni tú, sabías lo que hacías...

La neblina, arrobadora
te cubría con su manto
escondiéndola ante mis ojos:
a la belleza de tu encanto.

Y allí estabas, sin embargo
tan servida para mí;
como el vino en una copa
no te resistí, y bebí.

Tus dedos surcaron la tierra
mientras yo te recorría
y surcando en tu placer
tu vientre se estremecía...

Y en prosesión me fui
a las dunas húmedas y frescas
almibaradas corolas enhiestas
de tu cobriza piel.

Mía, fuiste la primera
tuyo, yo el primero fui
testigo fue aquel otoño
triste bajo la arboleda,

y tú, amante ya saciada,
desnuda sobre la tierra,
sudorosa, en tu cansancio,
como antaño, dormida te quedas...

Y la blanca neblina nos cubre
cuando así, entre mis brazos,
pueril, al sueño te entregas
sobre las hojas secas...

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