Capítulo 1.

25 de Mayo, 2025.

Instalaciones de SHIELD.

Nueva York, Estados Unidos.

Respiró.

Su cuerpo se mecía hacia arriba y abajo en un acto tan simple como respirar, un acto que se le había sido arrebatado hacía un tiempo. Y es que no sabía si eso era real u otro más de los sueños que le brindaba la muerte, porque ella estaba muerta desde hacía un tiempo, aunque solamente se sentía como horas pasando en completo bullicio desesperante.

Pensaba que la muerte era silencio, silencio rotundo y abrumador que sellaba las furtivas palabras que salían al viento, pero había estado tan equivocada. A cualquier lugar que iba, sentía su nombre ser remarcado con un fuego celestial lleno de tristeza insoluble, incesante. Y eso había desesperado a la chica de cabellos rojos como el fuego, le había estresado el hecho de que ellos le llamaran y no poder ir a su recado como buena compañera que era, y más allá de ello, como buena hermana. Porque aquellos héroes que el mundo veía, esos que eran alabados como dioses --e incluso algunos genéticamente lo eran- ellos eran los que necesitaban más ayuda.

Había entregado su vida por su familia, y esperaba realmente que todo ello hubiese servido, porque le había aterrado aquello. Ese mínimo momento en el que observó por última vez los ojos del arquero, esos pocos segundos fueron los que habían calmado ese miedo que se extendía por todo su cuerpo y formaba repentinas lágrimas cristalinas que se secaban con el frío viento de Vormir. Eso le transportaba a cuando era una adolescente y se veía desmotivada al simple hecho de vivir, y es que a pesar de una temprana edad, la hermosa pelirroja cargaba con mil demonios que intentaban arrebatarle su alma. Alma que creía perdida hasta el momento del sacrificio, y es que no podía creer que siguiese teniendo pureza entre tanto caos, entre tanta sangre, entre tantos recuerdos.

Había tenido otras alucinaciones acerca de volver a la vida, abrazar fuertemente al arquero y despedirse de una forma apropiada de cada uno de sus amigos. Podía imaginar como las lágrimas recorrerían su rostro al ver al Capitán América, a ese que reconocía como su amigo y soporte.

Steve Rogers, el hombre de otro tiempo, ese que hubiese decidido sacrificarse él antes que otro perdiese su vida y él único que no hubiese querido que ella estuviese sola. Pero de eso se trataba la muerte, de soledad y la ausencia de silencio.

Decidió abrir sus ojos, esa simple acción había requerido un esfuerzo increíble por parte de la pelirroja. Y por primera vez se planteó que todo era real, y que tal vez volvería al mundo. Tal vez el Sol había decidido brillar sobre Natasha Romanoff una vez más demostrando así que ningún pecado era lo suficientemente grande como para merecer una estadía en el Infierno.

— Qué bueno, estás despertando.— Escuchó una voz hablarle con dulzura y suavidad, y por primera vez en el día se preguntó en dónde se encontraba. O si eso era un sueño. Lo único que lograba ver eran paredes de un fino y elegante color blanco, pulcras, sin imperfecciones. Paredes que no habían sido manchadas por sangre inocente, pero no veía a la dueña de esa melodiosa voz femenina.— Perdón por no presentarme antes, soy Blair. La chica que se encargó de tu caso.

Y fue en ese instante que la vio. Rubia y angelical, con una blanca bata rodeándole su cuerpo con delicadeza. Podía notar por su figura que era un tanto robusta, no una típica modelo americana, solamente una mujer normal que hacía su trabajo con determinación, y lo sabía por esas grandes bolsas color púrpura que colgaban de sus ojos. Púrpura, ese color no hacía nada más que recordarle al cielo de Vormir, que tenía colores fugaces como el escarlata tendido como polvo de estrellas.

BLUE STORM─ Romanogers.Where stories live. Discover now