Capítulo 12.
¿Cuánto tiempo era necesario para que un corazón roto uniera sus pedazos? Entres cenizas volcánicas y nieve fría, ella sonreía como un bígaro en una amarga despedida, danzando como perlas saltarinas entre millones de fantasmas sin ninguna vida. No sabía cómo a ese punto seguía con vida, un alma rota cuyos fragmentos no tenían salida. ¿Por qué al final del día todo se basaba en un arma cargada y sus dedos acariciando cada estructura metálica? ¿Por qué veía fallas en lo que debía ser visto como correcto cada mañana? ¿Por qué era diferente y a las personas no les gustaba?
Sensaciones afloraban en una piel blanquecina mientras en su cabeza mil y una preguntas borraban penurias, reemplazando el dolor con una curiosidad abismal, bestial como ella en sus tiempos de lucha. Y no entendía realmente por qué nadie en ese lugar quería confiar en una asesina sin igual, nadie quería confiar y desnudar sus alas para percatar si el color de ellas era blanco o negro, si la moneda de dos caras había ido con el diablo o con uno de los tantos dioses que eran perseguidos a diario. Su moneda era negra, su rostro endiablado y solía disfrutar cuando se sumía en gritos alados, sintiendo fuego correr por sus venas como si fuera un dragón atrapado en un tifón, en una suave tormenta de tonos grises o en redes azules como las de un cadáver oscuro con retazos de vida. Y es que realmente podía escapar, tomar todo lo que había traído con ella y gritar sin más acerca de todo aquello que realmente le lograba torturar.
Pero no, no le dejaría. Sabía que una parte interna de ella estaba sumida en lazos profundos con cada persona que a su alrededor yacía, como si desde los inicios de los tiempos hubieran sido tejidos hilos que les conectarían con los jóvenes encallados de hierro, héroes perdidos como flores marchitas, héroes de acero cuyas sonrisas eran completamente bandidas. El pecado lograba infiltrarse de vez en cuando entre opiniones fuertes y decididas, perturbando almas entre navajas dolidas, entre cuchillos muertos como los mismísimos portadores de todo lo nuevo.
¿Qué eran al final del día los humanos cuando su verdadera naturaleza los convertía en monstruos? Nadie era un ángel entre un mundo tan desolado como el que preexistía, con bailes estropeados de venenos furtivos, entre aves negras y jóvenes pupilos, y ella en especial era un reina roja que no paraba de soñar con dejar de existir y a la vez de respirar pero aferrándose a la vida sin parar. Era irónico como ella realmente se sentía, una araña que soñó poder volar algún día, alcanzar un cielo azul sin ninguna mancha de tinta, tocar las nubes con sus manos sin sentir un escalofrío perdido entre sus labios. ¿Por qué era así? Incluso golpeando una bolsa de boxeo vieja, con motas de polvo en la superficie e ilícitas acciones pasadas imprentas, se sentía desnuda ante una marea que no paraba de aumentar, como si sus sentimientos internos llegaran a provocarle un fatídico final.
Y en la esquina estaba él, mezquino salvador de cabellera rubia que no paraba de ver a la chica como si de su vida se tratase eso. Pero siempre desde las sombras, temiendo que si algo pasase de repente ella se asustaría, aunque sabía que ella no era de esa clase de chicas. Steve Rogers, centinela y soldado, humano y a la vez inhumano era un hombre decidido entre sus ambiguas manos, con balas en su garganta que no disparaba al azar, con fuerza inconmensurable en sus manos dispuestas a golpear. Pero eran diferentes las canciones que se tocaban internamente cuando veía al ángel de la muerte a los ojos, como si realmente algo profundo se encontrase en cada uno de sus rasgos.
Él se ocultaba pensando que ella no lo veía cuando simplemente la pelirroja sabía que donde quiera que él estuviera, siempre le encontraría. Eran dos caras de monedas iguales, con pasados desiguales, con presentes y futuros finales. Pero siempre, no importaba realmente la forma en la que lo hacía, siempre le terminaba encontrando en forma de epifanía, una espía y soldado hechos de una misma risa, magia pagana tintando cada una de sus acciones con interrogantes, creando falsas pistas.
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BLUE STORM─ Romanogers.
FanfictionNatasha Romanoff, una ex agente fallecida en batalla, vuelve repentinamente a la vida dejando consigo un maraña misteriosa ante un mundo impactado al notar una clara victoria de parte de la vida hacia la muerte.